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Pastor_Eugenio_Pinero-43Eugenio Piñero

La Biblia usa cuadros de la vida diaria para describir la obra de los pastores en la Iglesia. Estos cuadros presentan a los siervos de Dios como pastores del rebaño (Hch. 20:28); también como padres de familia (1 Ti. 3:4). Los presentan como gobernadores de la congregación (He. 13:7 y 13), como centinelas (1 P. 5:2), también como administradores de los misterios de Dios (1 Co. 4:1-3).

La Palabra de Dios no solo describe la obra pastoral, sino que también presenta la disposición con la que los pastores deben realizar esta obra. En esta ocasión comenzaremos a tratar el tema de la disposición predominante del corazón del pastor; esa disposición con la que cada pastor o anciano debe llevar a cabo la obra pastoral.

Al hablar de la disposición del pastor me refiero a la actitud o inclinación que principalmente domina el corazón. Las santas Escrituras nos enseñan que la disposición predominante con la que el pastor debe llevar a cabo la obra pastoral es la disposición con la que el Señor Jesucristo pastorea a sus ovejas. Los pastores deben imitar su ejemplo porque este es el modelo perfecto de pastorear las ovejas. Jesús dijo: Yo soy el buen pastor (Jn. 10:11). Es decir, Él es el pastor por excelencia. El significado básico de la palabra griega traducida al español por “buen” significa básicamente bueno, hermoso en el sentido del ideal o del modelo de perfección. En este caso, según William Hendrickson, significa excelente. Este “pastor corresponde al ideal tanto en su carácter como en su obra. Jesucristo es el pastor bueno; es el pastor excelente”. Aunque en un sentido el Señor es el único de esta clase, su manera de pastorear a sus ovejas forma el patrón que deben imitar aquellos que Él llama a pastorear a sus ovejas. La declaración: Yo soy el buen pastor implica que el divino pastor revelado en el Antiguo Testamento encuentra su expresión encarnada en la persona del Señor Jesucristo. Él es aquel que, como Dios del pacto y Pastor de su pueblo, se comprometió a salvarlo y a pastorearlo. El Salmo 23 describe el pastoreo perfecto del Señor. David dice: El Señor es mi pastor y nada me faltará. En otras palabras, su pastoreo sobre mí y sobre su pueblo es todo lo que debe ser. Por tanto Él es el modelo perfecto que todos los pastores deben imitar.

En su primera epístola capítulo 5, versículo 4, Pedro declara: Cuando aparezca el príncipe de los pastores recibiréis la corona inmarcesible de gloria. Esta declaración enseña que el Señor Jesús es el Pastor Supremo de todo el rebaño y, al mismo tiempo, es el Príncipe y Gobernante de todos los pastores que Él llama al oficio pastoral. Estos pastores no solo reciben su comisión y sus instrucciones del Supremo Pastor, sino que también reciben de Él aquel ejemplo de pastor que ellos deben imitar. El ejemplo que los pastores deben seguir no debe ser formado de los patrones sociales populares y sensacionales del mundo ni de la tradición eclesiástica, ni del pragmatismo, sino del patrón perfecto del Pastor Supremo. Nuestro modelo de lo que un pastor debe ser, a quién debe imitar, no debe proceder de aquello que produce resultados, de lo que trae a mucha gente. Nuestro modelo perfecto o nuestro patrón excelente es el Señor Jesucristo. No hay deficiencia en este patrón. El Pastor Supremo es todo lo que debe ser como pastor de su pueblo; por tanto, pastores, es a Él a quien nosotros tenemos que imitar. Debemos imitar el pastoreo del Señor Jesucristo, porque es el patrón perfecto.

En segundo lugar, debemos imitar este pastoreo porque los Apóstoles lo imitaron. La conducta de los Apóstoles y las instrucciones que ellos dieron acerca del ministerio pastoral demuestran esta afirmación. En varios pasajes bíblicos encontramos que los Apóstoles llamaron a sus seguidores a imitar su ejemplo. ¿Por qué? Porque ellos imitaron a Cristo. En 1 Corintios 11:1 Pablo dice: Sed imitadores de mí como también yo lo soy de Cristo. Hay una doctrina de imitación en las Escrituras, y aquel que socava esto o que lo pasa por alto no representará correctamente al Señor Jesucristo; ni manifestará la manera en que Él pastorea a sus ovejas.

En Filipenses 3:17 Pablo declara: Hermanos sed imitadores míos y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros. En Hechos 20:18 vemos que Pablo llamó a los pastores o a los ancianos de Éfeso y les dijo: Vosotros bien sabéis como he sido con vosotros todo el tiempo […] sirviendo al Señor con toda humildad y con lágrimas y con pruebas […]. A pesar de todo esto, v. 20: No rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil. Más adelante, en el versículo 33 a 35, Pablo dice, Ni la plata ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. V. 34: Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y la de los que estaban conmigo. En todo os mostré [fui vuestro ejemplo] que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Observen; es a los ancianos a quienes Pablo dice: Os mostré. En otras palabras: os di mi ejemplo cuando estuve entre vosotros; me entregué a serviros con un corazón desinteresado, bondadoso y generoso. Esta forma de servir o pastorear la aprendí del Señor Jesucristo que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Ahora ustedes imiten mi ejemplo así como yo imito a Cristo. De esta manera, Pablo dio a entender que el ejemplo de pastorear a las ovejas que él recibió del Señor Jesucristo, y que él siguió a través de toda su vida, era también el ejemplo y la norma que deben seguir todos los pastores en la Iglesia. Considerar e imitar el ejemplo apostólico en este asunto significa seguir el ejemplo de Jesucristo como pastor del rebaño. Una de las cosas que debemos imitar de este ejemplo es la disposición con la que Cristo pastorea a sus ovejas.

Alguien con percepción declaró: “Pablo es un ejemplo exegético de la disposición pastoral del Señor Jesucristo. En otras palabras, la disposición con la que Cristo pastorea a sus ovejas se manifiesta claramente por medio de la vida y el ministerio de Pablo. Esta disposición cristológica que Pablo manifestó en su propio ministerio pastoral es la que los pastores también deben imitar”.

Después de haber señalado la disposición pastoral con la que los pastores deben desempeñar la obra pastoral, la disposición pastoral del Señor Jesucristo, pasemos a considerar los elementos esenciales de esta disposición predominante.

Esta disposición incluye varios elementos esenciales:

* Un corazón de siervo
* Un corazón compasivo
* Un espíritu manso y tierno
* Un amor desinteresado
* Una solicitud constante

Agradecido por la ayuda que he recibido de otros siervos del Señor para tratar este tema, consideremos el primer elemento esencial de la disposición predominante con la que debemos realizar la obra pastoral.

Uno de los elementos de esta disposición es un corazón que está dispuesto a servir a otros para la gloria de Dios y para el bien de ellos. Según Marcos 9:33-37, surgió una discusión entre los discípulos de Jesús acerca de quién de ellos era el mayor: Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. Lamentablemente, este espíritu que se manifestó entre los discípulos continua manifestándose en nuestros días entre algunos de los que profesan ser sus discípulos. Sentándose [Jesús, ¡con qué calma y paciencia!] llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Obviamente, los discípulos no habían comprendido lo que era ser grande en el Reino de Cristo. Su concepto de la grandeza procedía del mundo. Cristo les explicó lo que significa ser el primero en su reino. Versículo 35: ser el último de todos y el servidor de todos; que el Señor grabe esta verdad en nuestros corazones. “La idea de grandeza que tiene el mundo —dice R _________— consiste en gobernar, pero la grandeza cristiana consiste en servir. La ambición del mundo es recibir honor y atención, pero el deseo del cristiano debe ser dar más que recibir y ayudar a los demás”.

El comentario de Strauch sobre la grandeza personal es pertinente. En Marcos 9:35, Jesús declara que la verdadera grandeza no se logra luchando por sobresalir entre los demás ni aferrándose al poder, sino mostrando una actitud humilde, modesta, de servicio a todos. Por esta razón Jesús dijo: si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. La sabia advertencia de C_________ a los líderes cristianos merece repetirse: “El poder es como el agua salada. Cuanto más se bebe, más sed se tiene. El ansia de poder puede alejar al más resuelto cristiano de la verdadera naturaleza del liderazgo cristiano que es el servicio a otros”.

El liderazgo y la autoridad que ejercen los pastores sobre la grey deben surgir y ser gobernados por un corazón que, sobre todo, quiera servir a otros. Esta disposición ha de prevalecer. El pastor debe mantener en sus pensamientos que él es sobre todo un siervo; siervo de Cristo, siervo del rebaño.

En Mateo 20:20-28, Jesús manda a los líderes de su reino a servir a otros con un corazón de siervo. El incidente que dio lugar a este mandato fue la petición de la madre de Jacobo y Juan. Sus hijos deseaban ocupar un lugar de preeminencia en el Reino de Cristo. Parece que ellos animaron a su madre a pedir al Señor que en su reino se les permitiese sentarse el uno a su izquierda y el otro a su derecha. Esta petición incomodó a los discípulos, creó malos sentimientos entre ellos. El versículo 24 declara que los diez se indignaron contra los dos hermanos. Probablemente esta reacción se debe a la envidia o al temor de salir perdiendo. Tal vez querían estas posiciones para sí mismos. Jesús usó este incidente para enseñar a todos sus discípulos que el liderazgo en su reino no es para que los líderes se enseñoreen del pueblo de Dios. El liderazgo cristiano es un llamado al sacrificio, servicio y sufrimiento. ¡Sacrificio! ¡Negarse a uno mismo! El ministerio no es una plataforma para obtener poder y gloria. Sobre este asunto un escritor cristiano dijo:

“Sin embargo, el mundo e incluso la iglesia están llenos de jacobos y de juanes, emprendedores y buscadores de posición, sedientos de honor y prestigio, que miden la vida por los logros y los interminables sueños de éxito. Son agresivamente ambiciosos para sí mismos. Esta mentalidad es incompatible con el camino de la cruz”.

El hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir y para dar. Renunció al poder y a la gloria del cielo, es decir, se negó a manifestar la plenitud de su gloria divina, velándola al tomar una forma de siervo y se humilló a sí mismo para ser un siervo. El hijo de Dios, Dios, la segunda persona de la Trinidad, se dio a sí mismo sin reservas y sin temor, a los despreciados y olvidados de la comunidad. Su obsesión fue la gloria de Dios, el bien de los seres humanos. Para promover esto estuvo dispuesto a soportar hasta la vergüenza de la cruz. Ahora, Él nos llama a seguirlo; Él no nos llama a buscar grandes cosas para nosotros, sino más bien a buscar primero la voluntad de Dios, su reino y su justicia. Si hemos de buscar el bienestar de los hombres, los pastores deben imitar al Señor Jesucristo. Él dijo a sus discípulos: Sin embargo entre vosotros yo soy como el que sirve (Lucas 22:27).

El Señor Jesucristo no usó su autoridad ni liderazgo para aprovecharse de sus discípulos, para oprimirlos, o abusarlos. El usó su autoridad para procurar y promover el bienestar de ellos. No son pocos los gobernantes que se aprovechan de su posición para promover sus propios intereses. No buscan realmente el bienestar de sus súbditos. Otros como Diótrefes procuran el liderazgo porque les gusta la preeminencia. El apóstol Juan, en su tercera epístola, dice: “Escribí algo a la iglesia pero Diótrefes, a quien le gusta ser el primero entre ellos, no acepta lo que decimos”.

Otros ejercen su autoridad despóticamente, para controlar u obtener ventajas materiales para sí mismos. En Mateo 20:25 Jesús dice: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. La palabra griega katakurieuousin (κατακυριεύουσιν) que se traduce “ejercen autoridad” habla de un gobierno caprichoso y despótico. Según el Señor hay líderes que se enseñorean de la gente para lograr sus ambiciones caprichosas, vanas y egoístas. El pueblo existe para ellos, para propiciar sus intereses monetarios o para satisfacer sus vanas aspiraciones. Estos gobernantes viven entregados a sus placeres, a expensas de su gente. Ellos no sirven, más bien quieren que la gente les sirva. Jesús dice a sus discípulos: “No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande sea vuestro servidor”. La actitud de los siervos de Cristo no debe ser: “Aquí estoy para ser servido”; más bien debe ser: “Aquí estoy para servir”, y deben servir con un corazón humilde y servicial. No deben usar su autoridad para imponer sus preferencias personales o su voluntad sobre el pueblo de Dios, o para exigir que la gente se someta a mandamientos que el Señor Jesucristo no hada dado a su pueblo en su palabra. Esto es lo que Pedro enseña en su primera epístola capítulo 5 v. 2 y 3. Él exhorta a los ancianos y les dice: Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, supervisándolo, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios, no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que os han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño. La autoridad que Cristo da a los pastores para gobernar al rebaño no se confiere para que ellos se enseñoreen de la grey o se conviertan en señores de la conciencia de las ovejas. ¡No! Solo Cristo es el Señor y el dueño de la conciencia.

Antes de seguir adelante quiero hacer una salvedad, subrayar un principio bíblico y es el siguiente:

Aunque los pastores son siervos, esto no niega su autoridad para gobernar a la iglesia. La Biblia enseña claramente que Cristo ha dado autoridad a los pastores para dirigir a la iglesia. Hebreos 13:17 declara: Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Y claro, en aquel momento no era necesario añadir “si ellos os dirigen de una manera bíblica”, porque esa es la manera en que los pastores fieles (que enseñan la Palabra y que son dignos de imitación v.7) dirigen la iglesia. Mientras los pastores nos dirijan según la enseñanza bíblica, debemos seguirles.

El versículo 17 de Hebreos 13 identifica a los líderes de la iglesia como dirigentes o gobernantes. Strauch indica que la palabra griega traducida al español “pastores” o “guías” es un término genérico. Se puede usar para describir a líderes militares, políticos o religiosos. En el Antiguo Testamento griego, esta palabra ēgoumenois (ἡγουμένοις) se usaba para describir a los jefes de la tribu. Por ejemplo, en Deuteronomio 5:23, el jefe de un ejército; en Jueces 11:11, gobernante de la nación de Israel; en 1 Samuel 5:2, el superintendente de todos los bienes; en 1 Crónica 26:24, el sacerdote principal y en 2 Crónicas 19:11 el sumo sacerdote. En Hechos, a Pablo y a Silas se les llama varones principales entre los hermanos (Hch. 15:22). El uso que hace el escritor de la palabra griega traducida “pastores” en Hebreos 13:7, 17 y 24 habla de la tarea de los ancianos o pastores de la iglesia local. Estos hombres tienen la tarea de enseñar en la iglesia, vers. 7. Estos hombres son líderes, gobernantes, dirigentes, pastores de la grey. Enseñan, protegen, guían y velan el rebaño. A los miembros de ese rebaño, o iglesia local, se les manda a obedecer y a estar sujetos a estos hombres. Mientras ellos dirijan, gobiernen o guíen a la congregación según las normas bíblicas, los miembros deben seguirles. El título que define tanto a los pastores como a los deberes de aquellos que se encuentran bajo el cuidado de estos hombres indica que han sido investidos con autoridad para gobernar a la iglesia.

Pablo dice a los tesalonicenses, en su primera epístola, capítulo 5, versículo 12: Pero os rogamos hermanos, que reconozcáis a los que con diligencia trabajan entre vosotros, y os dirigen en el Señor y os instruyen. Estos líderes tienen la responsabilidad de dirigir e instruir a la iglesia. En la primera epístola a Timoteo, capítulo 5:17 se habla de los ancianos que gobiernan. Estos deben ser considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y la enseñanza. En la misma epístola, capítulo 3, versículos 4 y 5 dice que el obispo debe ser un buen gobernador o administrador, o dirigente de su hogar, porque si un hombre no es capaz de gobernar bien su casa y sus hijos, no es apto para que pueda cuidar y dirigir la iglesia.

Aunque los pastores son siervos, aun así tienen autoridad para gobernar a la iglesia. Una cosa no niega la otra. Jesús fue un siervo, pero este hecho no niega su autoridad sobre sus ovejas. Aquel que dijo: Yo no he venido para ser servido, sino para servir, también dijo: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo os digo? En otras palabras, el que Él viniera a servir no niega su autoridad. Su autoridad no solo procedía de su posición como Señor sino también de su posición como pastor. Por eso no debe sorprendernos que Jesús hable de sus ovejas como aquellas que le reconocen como Señor y se someten a su autoridad. Él dijo: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Jesús ejerció su autoridad como pastor sin sentirse intimidado ni avergonzado. ¿Y cómo se llamaba a los gobernantes en el Antiguo Testamento? Se les llamaba igual que a los pastores. La palabra pastor implica autoridad.

La autoridad pastoral es algo inherente al oficio de pastor. En el antiguo testamento, se llamaba a los gobernantes pastores. La palabra pastor implica autoridad. Este término habla de su autoridad para gobernar. Ellos gobernaban a sus súbditos. El Señor no se avergonzó de ejercer su autoridad como pastor de las ovejas. Aun más, Él esperaba que aquellos que Él vino a servir y que le habían recibido como pastor, le obedecieran. El que Jesús fuera un siervo entre los discípulos, que Él les sirviera y aun le lavara sus pies no negó su autoridad como pastor de ellos. Por tanto sus discípulos no podían ser indiferentes a las instrucciones de Jesús.

Por otro lado, un líder puede ejercer su autoridad y aun así ser un siervo verdadero de los que se encuentran bajo su gobierno. Pablo entendía este principio; por esta razón vio su posición como un medio para servir a otros. Alguien correctamente dijo: “Él percibió sus dones y autoridad como medio para edificar y proteger a otros. No como medio para controlar u obtener posición, ventajas para sí mismo”. ¡No! Él utilizó su autoridad apostólica para edificar, guardar y proteger a la Iglesia de Cristo. En Corinto usó su autoridad para mantener la pureza moral de la iglesia. En 1 Co. 5:4 dice a los corintios: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, cuando vosotros estéis reunidos y yo con vosotros en espíritu y con el poder de nuestro Señor Jesucristo, entregad (esto es un mandato) a ese tal a Satanás para la destrucción de su carne a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. Observad. Pablo no utilizó su autoridad como Diótrefes. Este disciplinaba para mantener la preeminencia. En cambio, Pablo utilizó su autoridad para que la iglesia cumpliera la voluntad de Cristo. Ejerció su autoridad para que el pecador impenitente se arrepintiera, para que los miembros de la iglesia no se contaminaran pues la Biblia dice: un poco de levadura fermenta toda la masa (1 Co. 5:6). Por tanto, él dijo a la iglesia: “Expulsad de entre vosotros al impenitente”. Pablo ejerció su autoridad para procurar el bien, el gozo, la paz y la unidad de la iglesia.

Esta perspectiva debe gobernar la autoridad del esposo en el hogar. Él, como cabeza, tiene autoridad (Ef. 5:25). Él fue investido de autoridad para que él procure el bienestar, la santidad, y la felicidad de los miembros de su hogar. El esposo debe ser un líder amoroso y servicial. En su hogar, él es sobretodo un siervo. Tal vez esto no le guste a algunos esposos pero para este fin fue que Dios les dio autoridad. En el hogar el esposo no es solamente un líder, es también un siervo. Su autoridad fue concedida para que él promueva el bienestar y la felicidad de aquellos que se encuentran bajo su cuidado.

El esposo es un siervo, pero el que sea un siervo no niega su autoridad como cabeza de su hogar. Su rol como siervo en el hogar le indica el propósito de su autoridad y la manera en que debe ejercerla. ¿Ves la sabiduría de Dios? Ellos son siervos y deben ejercer su autoridad para lograr el propósito divino.

El rol de siervo de los pastores no niega su autoridad, pero les recuerda el propósito y la manera en la que ellos deben ejercerla. El Dr. Wayne Mack tenía mucha razón cuando aseveró que el concepto bíblico de un líder, según Mateo 20:20-28, es que “en primer y principal lugar él es un siervo. Su preocupación no debe ser por sí mismo ni por dar órdenes, ni mangonear, ni imponer su voluntad. Debe preocuparse por satisfacer las necesidades de otros. En verdad, si los intereses de otro no están sobre su corazón, si no está dispuesto a sacrificar sus necesidades personales, sus deseos y aspiraciones, su tiempo y su dinero; si las necesidades de otro no son más importantes que las suyas propias, tal hombre no está en condiciones de ser un líder. El líder debe tener un corazón de siervo. Y lo que sigue es muy importante: si tiene un corazón de siervo actuará como siervo y reaccionará como tal cuando le traten como un siervo”.

Hay mucho fango que comer en el ministerio. La única manera de comernos ese fango es recordando lo que somos: siervos. Strauch resume lo que dije de la siguiente manera: “El carácter de humilde siervo, de liderazgo, no implica ausencia de autoridad. Los términos del nuevo testamento, que describen la posición y el trabajo del líder como mayordomo de Dios, supervisor, guía, implican autoridad tanto como responsabilidad. Pedro no podría haber advertido a los ancianos de Asia contra el señorío sobre los que estaban a su cargo si no hubieran tenido autoridad para guiar y proteger a la iglesia local. La clave es la actitud, la disposición con la cual los ancianos deben ejercer su autoridad”.

Uno de los elementos de la disposición predominante con la que un pastor debe pastorear a las ovejas es un corazón de siervo, un corazón dispuesto a servir a otros. En segundo lugar consideremos algunas de las implicaciones prácticas de este elemento esencial.

Estimado pastor, si mantienes en tu corazón tu identidad como siervo no te molestará ni te quejaras por tener que realizar ciertos deberes diaconales en la iglesia. En las iglesias pequeñas habrá ocasiones en que será necesario que el pastor cumpla ciertas tareas diaconales. Cuando esto ocurra, debes estar dispuesto a realizar estas tareas para servir a las ovejas de Cristo. Debes recordar, que no eres solamente un siervo de tu gente, sino que también su esclavo.

Si había una verdad que constreñía el corazón de Pablo, a predicar a Cristo, a servir a Cristo, a servir a la iglesia de Cristo; si había algo que le llevó a sufrir los sinsabores, tensiones, aflicciones, vituperios del ministerio, fue que él conocía que era ante todo un esclavo de Cristo y de su pueblo. Mucho fue lo que Pablo sufrió. Lo azotaron; lo apedrearon. Se levantaba y seguía sirviendo. ¡Yo soy siervo de Cristo! ¡Soy esclavo de Cristo, para servir a Cristo, para servir al pueblo de Cristo! Él declaró: Porque no nos predicamos a nosotros mismos sino a Cristo Jesús como Señor y a nosotros como siervos (literalmente esclavos). Aquí, la palabra griega no es dikanoi (siervos) sino douloi (esclavos). Y a nosotros, como esclavos vuestros por amor de Jesús.

Compañero en el ministerio, ¿qué imagen tienen de ti? O ¿qué imagen tienes de tu persona? Si no te consideras un siervo o esclavo del rebaño, dispuesto a ser todo lo que esto implica, no podrás ministrar a las ovejas de Cristo.

Por otro lado, la convicción de que eres un siervo será un antídoto poderoso contra la ingratitud y el desaliento. Muchas veces no se reconoce el esfuerzo y trabajo pastoral que toma lugar en privado. Hay muchas cosas de nuestra tarea ministerial que nuestra gente no ve; entre estas cosas podemos mencionar el tiempo dedicado a la oración, las horas que dedicamos al estudio de la palabra, la educación en general, la preparación de los sermones, el tiempo de visitar a los enfermos, débiles y necesitados; la preocupación por la condición espiritual y física de las ovejas. Esto es una carga sobre nuestro corazón. Hemos dado consejo, hemos enseñado, pero la persona no entiende. Eso nos preocupa. Nos lleva a orar por esta persona. Su condición espiritual se convierte en una carga para nosotros. Vemos nuestra debilidad e insuficiencia y esto nos lleva al trono de la gracia y decimos: ¡Señor ten misericordia de nosotros! Danos más de tu gracia para poder servir a tu pueblo. Después, el domingo, ven al pastor que le abraza, y le da la mano; y lo hace con sinceridad porque los ama. Pero eso no quita toda la aflicción, toda esa carga. Mientras muchos duermen, los pastores están pensando y orando para ver cómo pueden ayudarles a resolver su problema. Piensan cómo van a tratar a aquel hermano para que no se ofenda innecesariamente y que pueda ver el principio, lo aplique y pueda servir al Señor de corazón, siendo ejemplo para otros.

Nosotros no somos profesionales. No podemos limitarnos a decir: “Estoy aquí, hago mi trabajo y me voy. ¡No! Pero la gente no ve muchas de esas cosas. No ven las lágrimas; el dolor que sentimos al ver la indiferencia de las personas hacia la palabra; no tienen conocimiento de las decisiones difíciles que debemos tomar para guardar la unidad y el testimonio de Cristo y de su iglesia; del tiempo que empleamos para organizar los ministerios de la iglesia; de las reuniones en el liderazgo de la iglesia; de las conversaciones y reuniones con otros líderes…Muchos desconocen estas cosas.

¿Y qué del dolor que sentimos al ver la indiferencia de las personas hacia la palabra? Esto nos trae tristeza. A menudo, la gente pasa por alto y no da gracias por el ministerio de la palabra. Muchas veces no aprecian ni dan gracias por el ministerio público de la palabra. Semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Hay personas que creen que han sido llamadas a mantener a sus pastores humildes y no les dan gracias. Nosotros, los pastores, los que somos fieles, no queremos aduladores, pero sí queremos saber si nuestra oración, si la oración del pueblo de Dios, si la enseñanza que ha sido explicada y aplicada, ha sido usada por el Señor para edificar y bendecir a su pueblo. Nos alienta oír: “Pastor, aunque no le habíamos dicho nada; sin embargo, ¡esas inquietudes que teníamos desaparecieron cuando usted estaba predicando!” “Pastor, el otro día, mientras usted predicaba la palabra la flecha del Altísimo vino a mi conciencia, traspasó mi corazón, me vi desnudo y en falta, y allí mismo tuve que pedir perdón al Señor”. “Pastor gracias por ser fiel a mi alma”.

Pastor, si no tienes un corazón de siervo, la ingratitud e indiferencia te desplomarán; estas actitudes pueden convertir estas cosas que debes hacer en cargas pesadas que no desearás cargar. Si te olvidas que eres un siervo, la ingratitud de la gente, la falta de reconocimiento por tu labor, tus esfuerzos, puede crear en ti amargura, resentimiento y un espíritu murmurador. Y esto te impedirá entregarte con gozo y entusiasmo a tus labores ministeriales. Tu corazón se enfriará. El fervor y el deseo de servir al pueblo de Dios y a Cristo menguarán o desaparecerán. Por tanto, es necesario que siempre recuerdes que eres un siervo. Y cuando servimos o hacemos lo que el Señor nos dice, debemos decir: “Siervo inútil soy. No he hecho más que lo que debía hacer”.

Aunque debemos trabajar con la esperanza de que seremos recompensados (1 Co. 9:10), aunque la Biblia nos dice que a su tiempo si no nos cansamos segaremos, estas promesas no significan que seremos necesariamente recompensados por nuestro esfuerzo y labor de forma inmediata. Puede ser que el Señor dilate la recompensa como hizo con siervos más fieles que tú y yo. Puede ser que el fruto no aparezca inmediatamente. Puede ser que tu gente no manifieste agradecimiento por tu trabajo.

Entonces, recuerda, somos siervos, eso es lo que somos. Somos siervos… ¿pero de quién? De Cristo. El asimilar este concepto es fundamental para que el pastor pueda realizar la obra pastoral. Traerá estabilidad, sosiego y tranquilidad al corazón. Le animará a seguir adelante, porque entiende que es un siervo inútil que sólo ha hecho lo que debía. Siervos inútiles; literalmente somos esclavos inútiles. Es decir, no merecemos ninguna gratitud especial porque, como Lenski comenta, no tenemos derecho especial alguno sobre el Señor. Hemos de llamarnos a nosotros mismos inútiles, porque no hemos hecho más que lo que estábamos obligados a hacer. Dejamos a un lado cualquier derecho puesto que, ciertamente, delante de Dios no tenemos ninguno. Somos esclavos inútiles y, aunque no recibamos nuestra recompensa inmediatamente, esta perspectiva nos llevará a ver las necesidades del pueblo de Dios como un llamado a usar nuestro tiempo, nuestras energías, nuestros dones, oraciones y lagrimas para seguir sirviendo al pueblo de Dios.

Hermano y compañero en el ministerio, si no puedes recibir esto de Cristo, si no es grato para ti servir como siervo u esclavo, entonces debes salir del ministerio.

Estimado pastor, ¿ven tus ovejas en ti un corazón de siervo? ¿Ven en ti la disposición del Señor Jesucristo, que no vino para ser servido sino para servir? No dije: “¿Ven tus ovejas que tienes una mente lógica, brillante o que presentas tus tesis teológicas con una precisión clínica?” No dije: “¿Ven que puedes presentar y defender magistralmente la doctrinas de la gracia?” No. Mi pregunta es: “¿Ven ellos en ti un corazón de siervo?” La pregunta no es: “¿Ven una gran capacidad para dialogar o debatir?” Sino, “¿Ven tus ovejas la disposición de siervo que Pablo manifestó entre los efesios?” El apóstol dijo: Vosotros bien sabéis como he sido con vosotros todo el tiempo, sirviendo al Señor con toda humildad y con lágrimas. Hay cosas que quebrantaron el corazón de Pablo, pero aun así él dijo: No rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil. Pero de ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mi mismo a fin de terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesucristo.

¿Puedes tú decir a tu gente lo que mismo que Pablo dijo a los ancianos en Éfeso? Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y los que estaban conmigo. ¿Cómo te ven los hermanos, como un siervo o como un amo, esperando que te sirvan? Quiero recordarte que tu servicio a tu iglesia debe ser una revelación del corazón de Cristo a su pueblo. Para que esto sea una realidad, tú tienes que ministrar o servir a tus ovejas con un corazón de siervo. La disposición de siervo atraerá a la oveja tímida y temerosa hacia tu persona. La llevará a buscar y a recibir de ti guía y el consejo que necesita. Las ovejas deben conocer que tú verdaderamente quieres ayudarles. Por tanto, querido hermano, no tengas temor de involucrarte en los problemas, las adversidades y las aflicciones de tus ovejas. En estos tiempos donde hay tantos charlatanes, engañadores y hombres sin escrúpulos que buscan una posición de autoridad y liderazgo en la iglesia para promoverse a sí mismos o enriquecerse a expensas de la gente; hombres como los que Pablo describe en su epístola a los filipenses, porque muchos andan como os he dicho muchas veces: y ahora lo digo aun llorando que son enemigos de la cruz cuyo fin es su perdición, cuya Dios es su apetito y cuya gloria es su vergüenza, en tiempos como estos, donde abundan esta clase de hombres, es necesario que se destaque mucho más en nosotros un corazón de siervo. Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.

Queridos hermanos, oren por nosotros los pastores. Oren y clamen a Dios: ¡Señor, que cada año que pase, al contemplar al Señor Jesucristo, ellos reflejen cada día más y más su corazón!

Amigo incrédulo, Cristo dejó la manifestación plena de su gloria divina y la veló tomando una forma de siervo, para hacerse obediente y obediente hasta la cruz, para pagar la deuda que el hombre pecador le debe a Dios. Cuando él habla de si como siervo, no lo hace simplemente para darnos un ejemplo de abnegación. Él se describe así mismo como siervo para dar a conocer lo que Él tuvo que hacer para rescatar a los hombres del diablo, del pecado y del mundo; para que recibieran vida y salvación. Querido amigo, niño, joven, Jesucristo se hizo siervo para salvar a pecadores y Él continúa, por su palabra y el evangelio, salvando pecadores. Tú no puedes pagar la deuda por tu pecado. Tú no puedes pagar esa gran deuda que debes a Dios. Por amor a tu alma, clama hoy a Aquel que vino a ser siervo, que murió en la cruz para que pecadores como tú sean salvos. Ven, confía en Él, cree en Él y sé salvo. No continúes en esa condición. Cree en Él y serás salvo.

Iglesia, Dios nos llama a manifestar el espíritu de siervo del Señor Jesucristo. ¡Que el Señor use su palabra para que nosotros los pastores, sirvamos a Cristo y a su pueblo!

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