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Pastor_Eugenio_Pinero-43Eugenio Piñero

En esta ocasión, continuamos nuestro estudio sobre la disposición predominante con la que el pastor debe realizar la obra pastoral en la Iglesia.

Esta disposición es la que el Señor Jesucristo manifiesta al pastorear a sus ovejas. Debemos imitar el pastoreo del Señor Jesucristo, porque es el patrón perfecto de cómo deben ser pastoreadas sus ovejas. Debemos imitar este pastoreo porque los Apóstoles lo imitaron.

La disposición predominante con la que debemos pastorear el rebaño del Señor Jesucristo consiste en varios elementos esenciales.

Hemos estudiado dos de estos elementos:

El primero es “un corazón de siervo”. El servicio del pastor debe revelar el corazón de siervo de Cristo hacia su pueblo, corazón que el Señor reveló cuando dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.

El segundo elemento esencial es “un corazón compasivo”. Dios nos llama a ministrar a nuestra gente con un corazón compasivo. Él nos llama a identificarnos con la condición y el dolor de nuestra gente, y a que nosotros dejemos que esto conmueva nuestros corazones para que le ministremos de una manera correcta y adecuada.

Otro elemento esencial de la disposición con la que el pastor debe pastorear a sus ovejas es la de “un espíritu manso y sereno”. Debemos ministrar y pastorear a nuestras ovejas con un corazón de siervo, con un corazón compasivo y con un espíritu manso y tierno.

Jesucristo trata a sus ovejas con mansedumbre y ternura. Pablo menciona estas gracias del Señor en 2 Corintios 10: 1, “Yo mismo, Pablo, os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo.”

Jesús habló de su mansedumbre cuando invitó a los pecadores a venir a Él, para que recibieran perdón, alivio y descanso para sus almas. Él dijo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y trabajados”. “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.”

¿Cómo anima el Señor a los pecadores a venir a Él? Revelando la mansedumbre y la humildad de su corazón. Los pecadores que vienen a Jesús quebrantados por sus pecados, arrepentidos, confiando en Él, queriendo servirle y obedecerle, encontrarán que Jesús es manso y humilde de corazón.

Pablo rogó a los discípulos por la mansedumbre y ternura de Cristo. Según Hodge: “Esto es la mansedumbre y ternura que son propias de Cristo y que, por tanto, sus discípulos están obligados a imitar. La mansedumbre se refiere principalmente a la virtud interior; la ternura se refiere a su expresión externa”. En este capítulo, Pablo alude a los escarnios de sus denigradores en Corinto. Estos le acusan de conducirse humildemente cuando estaba entre ellos, pero con osadía cuando estaba lejos. Sus detractores le consideraban como un hombre cobarde y asustadizo. Manifestaba su supuesto coraje cuando no corría peligro.

Pablo se ocupa de responder al cargo que se presenta en su contra y que le acusa de ser contencioso, duro y pretencioso. Observen como responde a estos cargos. No lo hace de una manera irrespetuosa, ruda u hostil. Siguiendo el ejemplo de su Salvador, dice a los corintios que deseaba y prefería tratar con ellos con mansedumbre y ternura. Y esto ante una gran provocación.

¿Qué es la mansedumbre? La mansedumbre tiene dos aspectos. Es sobre todo una actitud de sumisión a Dios. De esto se desprende una disposición para tratar al prójimo de forma paciente y afable.

R. C. Trench escribe: “Trauntes, que se traduce al español como mansedumbre, no solo consiste en la conducta externa de una persona y mucho menos en una mera condición o disposición natural. Más bien es una gracia del alma entretejida en sus fibras más íntimas cuyo ejercicio se dirige primero y por encima de todo a Dios. Es el temperamento espiritual que nos permite aceptar su trato hacia nosotros considerándolo como bueno y, por tanto, hacerlo sin debate ni resistencia.”

En lo que respecta al nivel horizontal, la mansedumbre es una actitud humilde y afable que se manifiesta en una sumisión paciente ante la ofensa. Está libre de malicia y venganza. Es esa gracia espiritual que nos permite sobrellevar o soportar pacientemente la provocación y ofensa, sin represalias contra aquellos que nos ofenden o nos injurian. Mansedumbre no significa debilidad, sino poder bajo control. La mansedumbre es lo opuesto a la arrogancia, a la aspereza, a la falta de tacto. El hombre manso no se inclina a contender por sus derechos ni a insistir para que sus puntos de vista personales sean aceptados. Su vida se caracteriza por la modestia y la discreción. La persona mansa tiene un concepto correcto de la soberanía de Dios, de sí misma y de su propia pecaminosidad no es pronta a airarse, ni se precipita a reclamar sus derechos.

El salmo 37 habla sobre el hombre manso. Hendriksen dice: “Este salmo describe a la persona que no tiene resentimiento, no guarda rencor. Lejos de seguir rumiando las injurias recibidas, se refugia en el Señor y le entrega su camino enteramente. Lo hace con mayor razón porque ha muerto a toda justicia propia. Sabe que no puede pretender méritos de ningún tipo delante del Señor. Puesto que el favor de Dios significa todo para él, ha aprendido a soportar con gozo el despojo de sus bienes, sabiendo que tiene una herencia mejor y perdurable. Sin embargo, la mansedumbre no es debilidad, no consiste en tener una columna vertebral de goma, no es una característica que haga que la persona esté dispuesta a doblegarse ante toda brisa”.

Mansedumbre es mostrar un carácter sumiso ante la provocación, la disposición a sufrir y no causar daño. La persona mansa deja todo en las manos de Aquel que le ama y le cuida.

Hasta aquí hemos visto algo de la naturaleza de la mansedumbre, de esta gracia espiritual que es fruto de la obra de Espíritu Santo.

En segundo lugar, consideremos el ejemplo perfecto de la mansedumbre. El Señor Jesucristo es el ejemplo supremo de la mansedumbre. Él es el ejemplo que todos nosotros debemos imitar.

En su primera epístola, capitulo 2, versículo 21 al 23, Pedro declara: “Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por nosotros, o por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno en su boca; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia.”

He aquí el ejemplo encarnado que debemos imitar; aquel que tenía todo el derecho en este mundo y no había cometido ningún pecado; aun así, ante el vituperio, la provocación y la ofensa, ¿qué hizo? Cuando le ultrajaban, no respondió ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.

¿Qué le permitió al Hijo de Dios encarnado continuar su ministerio a sus discípulos cuando éstos discutían entre sí, cuando eran tardos para creer lo que Él les enseñaba, cuando uno de ellos hasta se atrevió injustamente a reprenderlo, cuando mostraban que su fe era débil a pesar de todos los milagros que ellos habían presenciado y que el Señor había realizado? ¿Qué fue lo que llevó al Señor a sentarse con sus discípulos para instruirles cuando ellos eran tardos para oír? ¿Qué fue lo que le mantuvo siendo el Pastor de este pequeño rebaño? ¿Qué fue lo que le permitió seguir su ministerio cuando los hombres le vituperaban y le amenazaban? La gracia de la mansedumbre. Compañeros en el ministerio, si hemos de pastorear a nuestras ovejas según la voluntad de Dios, esta gracia debe gobernar nuestro corazón.

Moisés, el siervo de Dios, se distinguió por ser un hombre manso. Sin embargo, cuando Moisés no ejerció esta gracia en un momento de debilidad, ante la provocación pecaminosa del pueblo, él pecó. Se enojó contra el pueblo de Dios. Su enojo le impidió honrar a Dios delante del pueblo. Por causa de su pecado, Dios no le permitió introducir al pueblo a la tierra prometida.

Lamentablemente, algunos pastores tampoco pueden conducir a sus ovejas a un estado de madurez y mayor bendición espiritual, porque cuando son provocados por algún miembro o algunos miembros de la iglesia, no ejercen la gracia de la mansedumbre. Su falta de mansedumbre les impide ministrar eficazmente al pueblo de Dios mientras éste camina hacia la patria celestial. Probablemente, ésta es una de las razones por las cuales algunos pastores no duran mucho tiempo en las iglesias.

Les es difícil llevar a la congregación desde la infancia a la madurez por falta de mansedumbre. Muchas veces nuestras ovejas, sin darse cuenta, dicen cosas que hieren profundamente. Y si no ejercemos la gracia de la mansedumbre, entonces no podremos ministrar a sus corazones, sentarnos pacientemente para instruirles a fin de que puedan llegar a un estado de madurez espiritual.

Hemos considerado la naturaleza de la mansedumbre. Hemos visto algo del ejemplo supremo de la mansedumbre. Ahora mencionaré algunos de los beneficios de la mansedumbre.

La mansedumbre capacita al pastor a sobrellevar las ofensas contra su persona, para poder entregarse a pastorear a sus ovejas. La falta de mansedumbre no le permitirá ayudar a las ovejas de Cristo cuando éstas necesiten guía y ayuda. Si el pastor se siente ofendido y deja que su ofensa controle su corazón, su enojo y su resentimiento contra la o las ovejas por esa ofensa, o por los agravios cometidos contra él, serán obstáculos que le impedirán entregarse a estas ovejas para pastorearlas. Esa condición o resentimiento le llevará a ver a estas personas como sus enemigos, sus adversarios y no como sus ovejas.

El enojo, el resentimiento o la amargura opacarán su mente, le incapacitarán para buscar o percibir la manera bíblica de afrontar esa situación, o la mejor manera para ayudarles. No podrá ver la forma de ganar la buena voluntad de esa oveja que le ha herido, o que ha hecho algo que no debió hacer. No podrá ver la forma de percibir o entender lo que enseña la palabra de Dios para tratar dicha situación, porque su mente estará concentrada en lo que esa persona le hizo.

Su resentimiento no le permitirá elevar su corazón al cielo para pedir al Señor la sabiduría para poder tratar a su oveja con amor y ternura.

La falta de mansedumbre no le permitirá buscar el bien o la restauración de la oveja descarriada, porque su preocupación principal será la vindicación de su persona. Esto no agrada al Señor, y si él permite que esa ofensa siga afectando su corazón, levantará una pared entre él y esa oveja; en tal condición puede verse tentado a convertir el púlpito en una plataforma para atacar a su oveja.

Por otra parte, la mansedumbre nos capacitará para pastorear a aquellas ovejas que nos ofenden, o que en un momento dado nos vituperan. Nos permitirá soportar pacientemente la injuria o el agravio. Calmará nuestros corazones para que podamos pensar con cordura. No nos dejará tomar represalias, nos llevará a encomendar nuestra causa a Aquel que juzga con justicia. En esto imitaremos al Señor Jesucristo que, cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.

“Pastor, sigue repitiendo ese versículo”, lo hago para que se grabe en sus mentes y corazones porque este versículo nos muestra como debemos tratar las injurias, la persecución, la opresión y las ofensas. Nos llama a traer el problema al Señor. Al dejar el problema o la ofensa delante de aquel que juzga con justicia la carga será quitada podremos realizar la obra del Señor.

Es verdad que esta oveja me ofendió, me hirió, me hizo daño, pensó y habló mal de mí, sin razón, pero aún así es… mi oveja. Fue por ella que Cristo vertió su sangre. A pesar de lo que esta oveja hizo, debe ser pastoreada para su santificación, restauración y preservación.

La mansedumbre nos llevará a tratar a la oveja, no según lo que merece por su ofensa, sino según indican las normas del amor: “El amor no busca lo suyo sino que busca el bien del otro, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

La mansedumbre lleva al pastor a sobrellevar las ofensas contra su persona, para que pueda entregarse a pastorear a sus ovejas

En segundo lugar, la mansedumbre animará a las ovejas a buscar el pastoreo bíblico de sus pastores. Cuando pastoreamos a las ovejas con mansedumbre y ternura, las ovejas se animarán a buscar nuestra supervisión, guía o cuidado pastoral. Se sentirán atraídas hacia su pastor, hacia su pastoreo bíblico. Pero un espíritu arrogante, contencioso, recriminador, un trato rudo les alejará del pastor.

La insistencia carnal por la vindicación personal alejará al pastor de la gente. Cuando la gente se da cuenta del alejamiento de su pastor, no se sentirá libre o animada a buscar su ayuda y guía pastoral en momentos de dificultad o en momentos de crisis.

Otro pastor dijo correctamente: “La accesibilidad, la ternura, la afabilidad y el decoro son gracias que acompañan a la mansedumbre.”

La mansedumbre permite que la gente vea a su pastor como una persona accesible. La gente siente que puede acercarse a su pastor, tiene acceso a él porque no la rechazará, no la recriminará, no será pronto a irritarse o a enojarse. Las ovejas se animarán a acercarse a su pastor porque le ve como una persona agradable, afable, razonable, sensata, tratable y amable, que tiene control de su espíritu.

Te pregunto hermano, ¿desearías tú acercarte a una persona áspera, difícil de tratar, contenciosa, impulsiva, que se enoja por cualquier cosa, y que actúa caprichosamente? ¿Te animarías a acercarte a alguien que te inspire temor, sabiendo que probablemente reaccionará pecaminosamente? Creo que no desearás acercarte a esa persona. Nuestra gente no debe tener razones para pensar así de nosotros. Por consiguiente, debemos vestirnos de la gracia de la mansedumbre.

La mansedumbre del Señor atraía a las personas a acercarse a Él. Él usa la mansedumbre como un medio para atraer, para invitar a las personas a venir a Él.

Él dijo: “Venid a mí… Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. La invitación a los pecadores a venir a Él estaba basada en la realidad de su mansedumbre.

Si realmente queremos que la gente se acerque a nosotros para poder pastorearla, para poder guiarla, debemos ser hombres mansos y tiernos como Jesús. Nuestra persona y la manera de conducirnos debe ser tal que, aunque nosotros no digamos las palabras del Señor Jesucristo, nuestras ovejas puedan percibir por nuestra conducta que encontrarán al acercarse a nosotros a una persona mansa y humilde de corazón.

Si el Señor hubiera sido una persona obstinada, ruda, contenciosa, caprichosa, arrogante, insensible, vengativa, no podría haber dicho: “Venid a mi porque soy manso y humilde de corazón.”

La mansedumbre no solo permite que la gente vea a su pastor como una persona accesible, sino que también, le vea como una persona tierna y afable. Una persona arrogante, ruda, contenciosa y vengativa no es tierna ni afable. Pero la persona mansa, es tierna y afable porque la mansedumbre libra su corazón de la arrogancia de la contienda y del rencor.

Porque Pablo era un hombre manso, podía tratar al pueblo de Dios con ternura y afabilidad. En 1Tesalonicenses 2: 7, dijo a estos hermanos: “Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre cría con ternura a sus propios hijos”.

Este cuadro materno que Pablo presenta, no llama a los pastores a ser personas débiles, afeminadas, cobardes. Lo que este cuadro muestra es que los siervos de Dios deben tratar con ternura a los creyentes, como una madre o nodriza trata a sus propios hijos.

La mansedumbre no solo viene acompañada de accesibilidad, ternura y afabilidad. Viene acompañada también de decoro. La mansedumbre conducirá al pastor a la circunspección, a tratar a otras personas con respeto aunque ellas no le hayan tratado de la misma manera. Pablo exhortó a Timoteo a ser un hombre manso y a llevar a cabo su ministerio con mansedumbre. 1 Timoteo 6:11 dice: “Mas tú hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre…”.

En 2 Timoteo 2: 24 y 25, Pablo le dice a Timoteo: “Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amables para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente, o con mansedumbre, a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento”.

El siervo del Señor no debe ser un hombre dado a la contienda, sino amable, apto para enseñar, sufrido, que corrige con mansedumbre. Esta mansedumbre implica decoro. Por esta razón, cuando Timoteo va a corregir al anciano, debe hacerlo con decoro y con respeto.

“Timoteo cuando vayas a corregir a un anciano, no te olvides del respeto con que debes tratar a una persona mayor que tú. Tu oficio o posición como pastor no te exime de las normas del amor, del decoro con que tú debes corregirle. No le corrijas con dureza, sino más bien exhórtalo como un padre. A los más jóvenes como a hermanos.”

Comentando sobre este asunto, William Hendriksen dijo:

“En el curso de su obra pastoral, Timoteo tendrá a veces que corregir las faltas de algunos de los miembros de la iglesia. Ninguno de estos debe ser tratado con aspereza, especialmente los miembros mayores de la congregación. En vez de tratar duramente a los que necesitan corrección, Timoteo debe amonestar.”

El verbo usado en el original, en el capítulo 5, versículo 1, significa: “llamar aparte”. Este llamar aparte puede ser con el propósito de alentar, consolar, exhortar, rogar, apelar o amonestar. Es obvio que este último pensamiento predomina en este pasaje.

William Hendriksen declara:

“Ahora bien, debería hacer hincapié en que, aquí, también Pablo conserva un hermoso equilibrio. Por una parte no quiere que Timoteo pase por alto a la gente de mayor edad, permitiéndoles seguir en sus pecados. Por otra parte, desea que sean tratados con el debido respeto. Timoteo debe amonestar al anciano como si éste fuera su propio padre y con cuanta consideración, con qué tacto, gentileza y moderación trataría a una persona tan íntimamente ligada a él. Timoteo debía recordar que su posición de líder en la iglesia no justificaba que él fuera irrespetuoso, aun cuando las personas que él pastoreaba debieran ser corregidas. Su autoridad como pastor no le eximía de honrar a cada miembro de la iglesia, según su edad, sexo y posición. Su oficio no le daba derecho a tratarles con desdén, o a tratar al anciano como si fuera un niño”.

El siervo de Dios no debe reaccionar como un perro bravo cuando es provocado, o ladrar cada vez que alguien no esté de acuerdo con su punto de vista doctrinal o con su posición, o cuando alguien ataque las enseñanzas que tanto ama y aprecia. El pastor debe tratar a cada miembro de la iglesia con el respeto que demanda la edad de esa persona, la experiencia, el sexo o la posición de esa persona.

Lamentablemente, vivimos en una sociedad donde este principio se ignora. El igualitarismo y el feminismo, con su afán de eliminar las diferencias, toda clase de diferencias, toda distinción establecida por Dios, socavan el orden social establecido por Dios en la creación.

Resultado: el respeto que se debe a los ancianos, o personas mayores, ha desaparecido en ciertos círculos. El joven habla al anciano como si fuera su colega o su igual. Los niños no hablan a las personas mayores con respeto, no respetan la autoridad de sus padres. La mujer no respeta a su marido. Y, tristemente, tenemos que decir que incluso hay ministros que hablan a otros ministros con mayor experiencia y edad como si ellos fueran sus iguales.

Hermanos, igualdad de autoridad entre los ancianos no quita, ni reduce, ni elimina el amor, el respeto, el decoro. Al contrario, la piedad promueve estas cosas. Aunque todos somos iguales en lo que respecta a nuestra dignidad como seres humanos, creados a la imagen de Dios, esto no elimina el orden social establecido por Dios en la creación.

Por esta razón, la Biblia demanda que nosotros, los pastores, tratemos al anciano no como si nosotros fuéramos su igual en todo aspecto, sino como aquel que es digno de un honor especial.

Hermanos, la experiencia no se compra, la experiencia se vive y aunque tú tengas mas teología que él, hayas ido a un seminario y conozcas griego, arameo, o cualquier otra lengua (latín también) no quiere decir que tú tienes la misma experiencia que aquel que tiene 70 años de edad.

A las ancianas, Timoteo tenía que tratarlas como a madres, a las jóvenes como hermanas. La mansedumbre no elimina sino que promueve el decoro.

Ahora es necesario hacer una salvedad: La mansedumbre no significa que el pastor no pueda aseverar la verdad con fervor, firmeza y autoridad. No significa que no pueda mostrar su disgusto, desaprobación o indignación ante el mal, ante el pecado o la impenitencia, o que el pastor nunca pueda reprender severamente a los que persistan en pecar o se opongan a la verdad.

Un concepto equivocado de la mansedumbre ha llevado a algunos a pensar que si el pastor reprende o muestra su indignación santa, no es un hombre manso. Esta manera de pensar es incorrecta. La mansedumbre no prohíbe al pastor hablar con autoridad, fervor y firmeza. No le prohíbe mostrar su indignación cuando es legítimo, no le prohíbe reprender severamente cuando es necesario.

En su epístola a Tito, en el capítulo 2, versículo 15, Pablo le dice: “Esto habla exhorta y reprende con toda autoridad.”

En Tito, capítulo 1, versículo 12, Pablo dice: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero. Por esto, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe.”

La mansedumbre no prohíbe la indignación justa. La mansedumbre detiene al hombre de la indignación carnal pero no le prohíbe mostrar su indignación santa cuando es necesario. Moisés no fue reprendido por su ira o indignación santa, sino por su enojo carnal; enojo que le impidió honrar a Dios delante del pueblo. Pero cuando Moisés se enojó por el pecado escandaloso del pueblo de Dios no fue reprendido.

Éxodo 32: 19 declara: “Y al ver el becerro, las danzas, se encendió en ira”. Esta fue una ira santa. Si Moisés no hubiera mostrado su ira en aquel momento, habría pecado contra Dios, habría socavado la verdad.

Jesús también se enojó, sintió y manifestó indignación. Marcos 3:5, dice: “Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones…”

Marcos 10:14, declara: “Pero cuando Jesús vio esto, se indignó”. Su ira como indignación honró a Dios. Su indignación, su ira, fueron actitudes consecuentes con la mansedumbre.

Jesús y Moisés no pecaron porque la motivación de su ira o indignación no surgió de una pasión pecaminosa. Aquello que les indignó fue la ofensa contra la bondad, santidad y gloria de Dios.

Por otra parte, es necesario aseverar que la ira o la indignación de Moisés y Jesús no fueron las características que destacaron sus personas o ministerios; generalmente, algo no está bien cuando lo que destaca en un ministerio pastoral son las reprensiones severas que continuamente se emiten desde el púlpito en la iglesia. Lo que caracterizó a nuestro Señor no fue que uso continuamente el látigo. Algo no está bien cuando lo que caracteriza a un ministro como patrón son sus arranques de ira e indignación.

Cuando Moisés fue vituperado por su hermana María y por Aarón, él no abrió su boca para quejarse, sino que encomendó su causa a Dios. Cuando Cristo fue vituperado no respondió vituperando.

Si hemos de reaccionar correctamente ante los múltiples vituperios, injusticias, agravios y ofensas contra nosotros en el ministerio, debemos ejercer la gracia de la mansedumbre. Si esta gracia no gobierna nuestro corazón nos encontraremos luchando contra nuestra gente. El púlpito se convertirá en una plataforma para expresar nuestro disgusto, resentimiento y amargura contra aquellos que nos vituperan, con aquellos que no están de acuerdo.

La disposición de un espíritu manso y tierno nos enseña que debemos asumir una actitud humilde, paciente y sumisa ante la injuria. Que debemos guardar el corazón de la malicia y la represalia, y encomendar nuestra causa a Aquel que juzga con justicia. Ante la injuria, las calumnias, vituperios, falsas acusaciones, debemos imitar el espíritu de David expresado en el salmo 37: “Encomienda al Señor tu camino, confía en El, que El actuará.”

He aquí algunos de los beneficios de la mansedumbre:

Da al pastor la capacidad para sobrellevar las ofensas para poder ayudar a las ovejas.

La mansedumbre animará a las ovejas a buscar el pastoreo bíblico de sus pastores.

Le verán como una persona accesible, tierna, afable y decorosa.

En tercer lugar, la mansedumbre nos permitirá ministrar correctamente a los incrédulos.

Aunque debemos presentar, explicar y aplicar la ley moral a los incrédulos para que ellos se conviertan, o sean convencidos de sus pecados y se conviertan al Señor, para que ellos vean su condición, necesidad y busquen el remedio que ofrece el evangelio, nunca debemos pasar por alto que nuestra manera de tratarles debe ser un ejemplo de la mansedumbre y la ternura. No debemos pagar al incrédulo mal por mal, no debemos alejarnos de ellos por su incredulidad. Debemos vestirnos de mansedumbre para que podamos corresponder correctamente a sus vituperios, y así podamos por todo medio legítimo impartir el conocimiento de la verdad salvadora que conduce a la salvación. Si nosotros somos fieles a Cristo y a las almas de los hombres, seremos injuriados, vituperados. El diablo nos atacará fuertemente por medio de sus emisarios; tratará de provocarnos a ira. ¿Para qué? Para desacreditar y neutralizar nuestro ministerio y apartarnos de nuestras ovejas.

Queridos hermanos, por amor a Cristo, por amor a las almas de nuestras ovejas, ¡no se lo permitamos! Agarrados al Señor por la oración, entreguémonos a ejercer la gracia de la mansedumbre.

Hemos considerado la naturaleza, el ejemplo supremo de la mansedumbre, y algunos de los beneficios de la mansedumbre.

Ahora, permítanme hablarles de cómo podemos cultivar esta gracia.

¿Cómo podemos o debemos, cómo debemos cultivar esta gracia? Imitando al Señor Jesucristo, imitando al Señor Jesucristo. Él dijo, “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Sigamos su ejemplo de mansedumbre y encomendemos nuestra causa a Aquel que juzga justamente. ¿Saben lo que eso nos permite? Que cuando en el pensamiento vienen las imágenes de aquellos que nos han ofendido, ahí mismo podemos, tranquilamente, elevar una oración al Señor para que Dios bendiga a tales personas y trate con ellas según su voluntad.

“Todo lo soportó por amor a los escogidos, para que ellos también alcancen la salvación”. Si nuestra gente va a alcanzar madurez espiritual, nos urge, ejercer la gracia de la mansedumbre. Imitemos al Señor que, aun cuando le crucificaron, Él dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”

Estudiemos y consideremos la vida emocional del Señor Jesucristo, especialmente en los Evangelios, para ver cómo reaccionó ante el agravio, la ofensa, la dureza de corazón, la incredulidad de la gente, la ingratitud, los ataques contra su persona. ¡Entonces imitemos su ejemplo!

En segundo lugar, estudiemos y repasemos periódicamente aquellos pasajes que hablan de esta gracia, como el Sal.mo 37; 1 Pedro 2:5-7. Realmente toda esta epístola nos habla de cómo debemos reaccionar contra la persecución, las aflicciones, el maltrato. Santiago 3: 13 al 18. El libro de Proverbios trata este tema. Nos habla de la mansedumbre.

En tercer lugar, si vamos a crecer en esta gracia, consideremos el gran valor que Dios le da a la gracia de la mansedumbre. 1 Pedro 3:4: “Que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu manso tierno y sereno, lo cual es, valioso, precioso delante de Dios.”

Cuando nuestra gente vea esa clase de ejemplos, ellos serán animados a ejercer esta gracia. Cuando veamos a otros siendo ejemplos de esa gracia, oremos por esa persona para que siga siendo mansa pero, a la misma vez, imitémosla.

El mundo no aprecia estas cosas, pero para el Señor son preciosas. Y, si pudiéramos decirlo, esta es nuestra mejor defensa.

Sobre todo, hermanos, cultivemos la gracia de la humildad. No pensemos más alto de lo que debemos pensar de nuestra persona de manera que si alguien nos ofende esto nos permita no sentir ese agravio de forma más profunda de lo que deberíamos sentirlo; haya pues en nosotros esa actitud humilde y esto nos ayudará a ejercer la gracia de la mansedumbre. Tratemos hermanos con seriedad las amonestaciones bíblicas contra la falta de la mansedumbre. Que el Señor nos ayude, hermanos, a tener ministerios prósperos y bendecidos por la presencia de Dios, porque ejercemos la gracia de la mansedumbre.

Que Dios continúe bendiciendo nuestros ministerios, porque la mansedumbre atrae a los hombres no a nosotros, sino a Cristo y a su Verdad.

Oremos.

Padre, gracias por estas exhortaciones para nuestras almas. ¡Cuánto las necesitamos! Perdónanos cuando no hemos reflejado al Señor Jesucristo en nuestros hogares, delante de nuestras esposas, nuestros familiares y nuestros amigos. Ayúdanos para que esta gracia abunde en nosotros. Ayúdanos a ver la importancia de esta gracia en el ministerio, para que podamos dirigir las almas al cielo. Que esta gracia y la palabra de Dios atraiga a muchos a Cristo.

Te lo suplicamos en Él.

Amén

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