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Pastor_Eugenio_Pinero-43Eugenio Piñero

Nuestra suficiencia viene del Señor. Busquemos, pues, el rostro de nuestro Dios.

¡Oh Padre!

Te damos gracias por el Salvador que Tú enviaste para librarnos de las tinieblas y del poder del pecado; al considerar la compasión del Señor Jesucristo, la disposición con la que debemos pastorear a la grey, te suplicamos que Tú nos ayudes a ver algo de su compasión, para que esto nos lleve a ser pastores que sirven a las ovejas con compasión. Ven pues, danos la capacitación que viene de tu Espíritu para oír tu Palabra. Te lo suplicamos en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

La disposición predominante con la que los pastores deben pastorear a sus ovejas consiste en varios elementos esenciales.

Anteriormente consideramos “La disposición de siervo”. Ahora vamos a considerar: “La disposición compasiva” y vamos a ver la importancia, y la necesidad de esta disposición para pastorear las ovejas como Cristo quiere que lo hagamos.

Busquemos en Mateo 9:36. Este versículo bíblico enseña que Jesús ministró a la multitud con una disposición compasiva.

“Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor”.

Al ver las consecuencias funestas y trágicas de lo que es vivir sin el ministerio de pastores fieles, Jesús tuvo compasión de las multitudes. Su alma se conmovió ante aquel cuadro de miseria espiritual. Él vio a las multitudes desatendidas por quienes tendrían que haber sido sus maestros y guías espirituales.

Basándose en la descripción que Mateo da de estas multitudes, Robertson declaró:

“Estaban acosados, importunados, aturdidos por aquellos que deberían haberles enseñado. Se les estorbaba para entrar en el Reino de los Cielos. Estaban abrumados por las cargas que los fariseos habían puesto sobre ellos. Estas personas eran como ovejas cuyo pastor las había abandonado. En esta situación, las ovejas están angustiadas y desamparadas; están completamente exhaustas y expuestas a las bestias rapaces, a la intemperie, a las inclemencias del tiempo; expuestas al hambre y a la sed. Así se encontraban las multitudes que Mateo describió. Estas personas carecían del alimento de la Palabra de Dios. Estaban oprimidas, desalentadas, abatidas, moribundas y sin esperanza. No estaban preparadas para morir”.

Carlson dice:

“Frente a tales problemas estas personas estaban indefensas, estaban incapacitadas para rescatarse a sí mismas o para escapar de los que las atormentaban. Este cuadro trágico de pecadores abandonados y oprimidos conmovió el corazón de nuestro amado y bendito Salvador. Literalmente se le conmovieron las entrañas.”

Mateo dice:

“Y viendo (un acto deliberado) la multitud, tuvo compasión”.

Su alma fue profundamente afectada, sintió dolor. Este cuadro llevó al Salvador a decir a sus discípulos:

“La mies es mucha pero los obreros son poco. Por tanto rogad al Señor de la mies que Él envíe obreros a la mies.”

La compasión que sintió Jesús le llevó a animar, y aun a mandar, a los discípulos que oraran a Aquél que podía suplir para los que se encontraban abatidos y abandonados.

La compasión por las almas de los hombres debe llevarnos a la oración, debe llevarnos a orar para que el Señor proporcione verdaderos pastores de ovejas, hombres que proclamen su Palabra con un espíritu compasivo y que se identifiquen realmente con aquellos a quienes el Señor les llama a servir.

Marcos 6:34 declara:

“Al desembarcar Él (Jesús) vio una gran multitud, y tuvo compasión de ella, porque eran como ovejas sin pastor”.

Cuando Jesús vio a la gente desamparada, sin líderes que les enseñaran la Palabra de Dios, sin guías que suplieran las necesidades espirituales de la gente, Marcos también dice:

“Jesús tuvo compasión de esta gran multitud”.

Literalmente se le conmovieron las entrañas. La compasión activa de Jesús se expresa en hechos o en acciones. Al conocer la necesidad de estas personas, Jesús se entregó a suplirla. El texto dice: “Y comenzó a enseñarles muchas cosas.” La visión de la condición de la gente conmovió su corazón. Este sentimiento compasivo creó un anhelo profundo por ayudarles.

Hendriksen declara:

“Con la mente, Jesús explora sus penas, les comprende. En su corazón lleva sus cargas, les ama. Con su voluntad les quita sus aflicciones, les sana. Para Él, la compasión no sólo es una emoción, es un tierno sentimiento que se transforma en acción, en una acción eficaz; no es una mera emoción, sino una acción, mejor aún, toda una serie de acciones. Él les enseña, les sana, les alimenta”.

La manifestación de la compasión de Jesús hacia sus criaturas es una ilustración maravillosa de ese amor que no busca lo suyo, que se olvida de sus propias necesidades, cargas y dolor para corresponder adecuadamente a las necesidades, cargas y aflicciones de otros.

Marcos 1:40-41 declara:

“Y vino a Él un leproso, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, le tocó y le dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio”.

Aquí, la palabra compasión no sólo supone un sentimiento de pena ante el sufrimiento, sino que habla también de un fuerte deseo de aliviar ese sufrimiento.

Al explicar lo que significa la palabra compasión en Marcos 1:41, Lensky dijo:

“El verbo splanchnizomai (σπλαγχνίζομαι) significa conmoverse las entrañas, los pulmones, el corazón, el hígado, que eran considerados como la base de los sentimientos, el amor, la conmiseración. Podemos decir: su corazón se conmovió. La palabra griega que se usa es la más expresiva de las tres que se traducen por ‘movido a compasión’, porque no sólo supone un sentimiento de pena ante el sufrimiento sino, además, un fuerte deseo de aliviarlo o suprimirlo”.

Cuando Jesús vio a aquel hombre leproso, su corazón se conmovió. Es decir, Él dejó que aquel cuadro de aflicción, miseria y dolor humano conmoviera su propio corazón. La condición dolorosa de aquel hombre le causó un dolor real y profundo. Le llevó a sentir un fuerte deseo de sanarlo y de librarle de su dolor y miseria. Su compasión le llevó a sanarlo. Esto nos enseña que cuando Jesús sanaba a los enfermos o ayudaba a los necesitados, no lo hacía de una manera fría o sin interesarse personalmente en las personas a las que servía o ministraba. Él no correspondió al dolor y a la necesidad humana de una manera impersonal, para simplemente demostrar que Él era en realidad el Mesías”. ¡No! Cuando el Señor ministró a las almas no lo hizo con una objetividad clínica divorciada de una simpatía y empatía real hacia el que sufría. Él se compadeció verdaderamente de ellos. Sintió pena por la desgracia o el sufrimiento ajenos. Cuando Jesús sanó al enfermo y ayudó al necesitado lo hizo con compasión; se identificó con las preocupaciones, aspiraciones, necesidades y temores de estas personas. Él permitió que el dolor afectara su corazón, se colocó en el lugar de estas personas y esto le llevó a compadecerse de ellas.

Él vio y permitió que aquello que estaba contemplando afectara su propio corazón. Él vio la aflicción y la miseria y dejó que esto afectara y conmoviera su ser. Ese cuadro le llevó a corresponder a la necesidad de una manera adecuada. Vio a la multitud como ovejas sin pastor y, ¿qué hizo? Comenzó a enseñarles. Al oír los ruegos del leproso, ¿qué hizo? Lo tocó y lo sanó. ¡Lo tocó! Jesús pudo haber dicho que este hombre fuera limpio, no tenía porqué tocarlo, pero lo tocó. Se identificó con este hombre.

Los casos en que se menciona expresamente la compasión de Jesús, prueban que su corazón estaba siempre lleno de misericordiosa bondad y sentimientos de misericordia hacia los afligidos de todas clases. En cualquier ocasión y dondequiera que sus ojos contemplaran sufrimiento o pesar de cuerpo, o alma, se sentía llamado a prestar ayuda. La compasión de Jesús es una de las más profundas, ricas y consoladoras cualidades del Salvador. Lo llevó a la cruz y, aún hoy, en gloria, continúa demostrando esta gracia. De ahí que se nos anime ¿a qué? A acercarnos al trono de la gracia. ¿Por qué? Porque allí encontraremos a Jesús compadeciéndose de nosotros:

“Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que transcendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sacerdote que no puede compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, (porque Él es un Salvador compasivo) acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”.

La compasión que Jesús manifestó durante su ministerio se manifestó también en el ministerio de Pablo. En Hechos 20:31 dijo:

“Recordando que por tres años, de noche y día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas”.

Pablo no llevó a cabo su ministerio entre los efesios de una manera fría, clínica e impersonal. Él ministró con lágrimas. La condición de estos hombres afectó su corazón; los peligros a los cuales ellos estaban expuestos conmovieron su corazón, y le llevaron a corresponder correctamente a su necesidad.

Cuando Pablo abrió su boca para enseñar y reprender a los corintios, lo hizo con un corazón lleno de un afecto compasivo y misericordioso.

En 2ª Corintios 6:11, Pablo dice:

“Nuestra boca, oh corintios, os ha hablado con toda franqueza. Nuestro corazón se ha abierto de par en par”.

Cuando Pablo dice: “nuestro corazón se ha abierto de par en par”, está dando a conocer lo que sentía hacia los corintios. Esto no era un secreto. Su corazón estaba abierto hacia ellos. Un corazón abierto o ensanchado posee generosos y cálidos sentimientos.

Hodge tiene razón cuando dice que “Pablo había volcado su corazón sobre los corintios. Ha estado hablando con la máxima libertad, sin trabas y al hacerlo así su corazón se ha ensanchado hacia ellos. Estaba dispuesto a abrazarlos a todos y a estrecharlos en sus brazos como hijos amados”. Esto es lo que hace la compasión. ¿Pero a quién le estaba hablando? A aquellos que le estaban acusando falsamente, al menos algunos de ellos. Se habían dejado arrastrar por los falsos maestros que se habían infiltrado. ¿Qué le llevó a él a hablar de esa manera? La compasión por la condición en la que se encontraban estas personas. Él vio más allá de esas acusaciones. Vio lo que estaba allí, lo que realmente era la causa que había llevado a los corintios a conducirse de aquella manera y, al verlos bajo la influencia de estos falsos maestros, su corazón fue conmovido. Él les dijo: “Oh corintios a pesar de esto, ustedes todavía están en mi corazón. Y yo deseo tenerles allí porque les amo y busco lo mejor para ustedes. Mi ministerio lo llevo a cabo por el amor entrañable y profundo que siento hacia ustedes.”

Y, más adelante, en el capítulo 7, versículo 3 Pablo les dice:

“No hablo para condenaros; porque he dicho antes que estáis en nuestro corazón para morir juntos y para vivir juntos”.

La expresión “estáis en nuestro corazón” es otra manera de decir que Pablo les amaba. La expresión “para morir juntos y para vivir juntos” significa que estos hermanos estaban tan arraigados en su corazón que él gustosa o alegremente vive y muere con ellos; ni la vida ni la muerte podrá separarlos.

Si nosotros vamos a ministrar a nuestras ovejas con una disposición compasiva, debemos orar para que el Señor nos de la compasión que nos lleve a identificarnos con el sufrimiento, la necesidad y la condición de cada una de nuestras ovejas. Debemos clamar: “¡Señor, ayúdanos! Danos un corazón más grande, más compasivo.” Debemos pedirle que aumente en nosotros la gracia de la empatía, la capacidad para sentir lo que otros sienten para que esto nos lleve a ser más sensibles a su condición. Esta compasión y empatía ayudarán a crear en nosotros ese fuerte deseo de consolar a los que sufren, de hacer lo que legítimamente alivie o quite su dolor. La compasión nos llevará a corresponder adecuadamente a sus necesidades. Si nosotros hemos de ministrar eficazmente a nuestras ovejas, ellas tienen que percibir que nosotros nos compadecemos de ellas y que realmente queremos corresponder bíblicamente a su necesidad. Esto abrirá sus oídos y sus corazones para que escuchen la enseñanza, exhortación y amonestación que Dios nos manda darles.

Observen cómo ministró Pablo a los corintios. No les exhortó diciendo: “Aquí estoy, con la verdad reformada, las doctrinas de la gracia, ahora escúchenme”. Él no les enseñó ni les exhortó de esa manera. Él no lo hizo de una manera fría ni impersonal, sino que les habló con el corazón. Él les dijo:

“Nuestro corazón está abierto a ustedes de par en par. Entonces, corintios, abran su corazón y escuchen las palabras de aquel que les ama y que les dice la verdad”.

A veces, nuestras ovejas no reciben la instrucción o amonestación porque ven en nosotros un corazón frío que no se compadece de ellas. No ven un corazón compasivo que busca su bien, que trata de entender su condición. Hay pastores que tratan a las ovejas como algunos doctores tratan a sus pacientes. Hablan como si estuvieran dando una receta, “He aquí este versículo; y después lea este otro. Y no se olvide de este otro versículo”. Muchos versículos, pero las ovejas no ven un corazón que siente con ellas, que se identifica con su dolor. Esto cierra sus oídos porque ven que el pastor no se ha interesado realmente por ellas como personas. Cuando un doctor no tiene empatía puede dar la prescripción correcta pero el paciente siente que falta algo importante. Lo que falta es un trato personal; el doctor le trató de forma fría, no mostró un interés sincero, una preocupación genuina por ayudarle y sanarle. Resultado: el paciente no vuelve. Se dice a si mismo, “No quiero que ese doctor vuelva a tratarme. Tal vez conozca bien su profesión pero yo no quiero que me vuelva a atender. Buscaré a otro doctor que me trate como una persona.” Por otro lado, cuando el doctor trata al paciente de un modo personal y muestra un interés verdadero, el enfermo está dispuesto a escuchar lo que tiene que decirle, y quiere regresar para que él continúe atendiéndole.

Si nuestras ovejas no perciben en nosotros un interés genuino por sus personas, una identificación sincera con su dolor o condición, no nos escucharan. Les será difícil oír nuestras palabras, nuestras exhortaciones y amonestaciones. En algunos casos no prestarán atención a nuestras palabras. Aunque hayas preparado un buen sermón para tus ovejas, fruto directo de una exégesis responsable y sana, y conceptos teológicos correctos y equilibrados, si tú no muestras un interés genuino por su bienestar y un corazón compasivo que se identifique con sus personas, aflicciones, problemas y necesidades, les será difícil oír lo que tienes que decirles.

Al ministrar a nuestras ovejas tenemos que recordar que entre ellas hay algunas abatidas, afligidas, heridas y quebrantadas. Otras estarán preocupadas o atemorizadas. Si ellas no perciben o ven que les pastoreamos con un corazón compasivo no apreciaran realmente nada de lo que debemos decirles. No prestarán atención a ninguno de los versículos que podamos citar. Estas cosas no les llegarán con el peso necesario para que puedan ser ayudadas de una forma real y eficaz. Podrás citar las mejores fuentes de consulta, a los hombres más destacados, pero si tú no pastoreas a tus ovejas con un corazón compasivo no podrás comunicar el mensaje de Dios a sus corazones de una manera eficaz.

Dios es compasivo. Esta es la manera en la que Él se acerca y se revela a cada uno de sus hijos. Por tanto, cuando predicamos, no sólo debemos comunicar el contenido de la Escritura sino que también debemos comunicar el corazón de las Escrituras. Para lograr este fin, nuestras vidas deben manifestar esta gracia.

Pablo dice: “Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”.

Queridos pastores, Dios no solo nos llamó a comunicar el contenido de las Escrituras, sino también su corazón. Por tanto, al hablar de la compasión de Cristo, ¿manifiestas tú esa compasión? Si no es así, no estás representando correctamente al Señor Jesucristo que te llamó a manifestar su compasión y que te llama a hablar y a tratar a las ovejas con compasión.

Vendrán días de gran aflicción y adversidad en los que Dios te llamará a consolar a tu gente. Su dolor será tan fuerte que no podrás más que llorar con ellas y sentir el dolor que ellas sienten.

Si los amigos de Job hubieran tenido compasión, si se hubieran sentado delante de este hombre a llorar con él, eso habría sido una gran medicina que habría consolado a Job.

Hay situaciones en las que no podemos más que llorar con nuestras ovejas, orar con ellas y encomendarlas a la misericordia de Dios, conociendo que Dios tiene un propósito sabio en esto que les ha ocurrido.

Hay ocasiones en las que solo podremos consolar con lágrimas. Para esto tú y yo necesitamos un corazón compasivo. ¿Te das cuenta de que no es ir simplemente a un seminario? ¿Que no sólo es tomar diferentes clases y poder defender la fe? No; necesitamos un corazón pastoral, un corazón compasivo, y eso no surge simplemente así porque sí. Tiene mucho que ver con nuestra relación diaria con Cristo y como esa relación afecta y guía nuestra vida.

Necesitas un corazón que se compadezca de tus ovejas. Un corazón que se identifique con sus sufrimientos, que sienta, se sienta afectado por lo que le afecta a ellas. ¡Oh hermanos, que el Señor nos conceda cada día más de esta gracia!

Es verdad que nuestras ovejas necesitan nuestro consejo y guía espiritual, pero una de las cosas que las preparará para que puedan domingo tras domingo, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, estar dispuestas a recibir la instrucción bíblica es nuestra compasión. Eso no es todo, pero es un ingrediente importante y esencial.

Alguien dijo: “Hay un lenguaje del corazón que sobrepasa el de las palabras que une a un corazón con otro corazón y abre la puerta para que nuestras palabras sean recibidas.”

A veces tenemos que comunicar palabras que hieren, verdades que son muy difíciles de aceptar, pero si estas verdades proceden de un corazón amoroso y compasivo serán más fáciles de recibir.

Recuerda, hermano, que el Señor ministró a sus ovejas movido por la compasión. Entonces tú y yo debemos pastorear nuestras a ovejas de la misma manera. La Biblia dice: “Llorad con los que lloran”. Esta es otra forma de decirnos que nuestro deber es mostrar compasión hacia aquellos que sufren.

Hasta aquí hemos visto algo de la importancia y necesidad de la compasión pastoral.

Ahora quiero dar, brevemente, algunas instrucciones prácticas para desarrollar la gracia de la compasión.

En primer lugar, ya que la compasión es un fruto del Espíritu Santo, debemos orar para que Dios aumente esta gracia en nuestro corazón por medio de las operaciones e influencias del Espíritu Santo y Su Palabra. Debemos leer y estudiar las Escrituras y la verdad, pero debemos hacerlo con un espíritu de oración: ¡Señor, ven y obra!

Algunos de nosotros nos criamos en hogares donde, literalmente, nos castraron emocionalmente y se nos hace difícil llorar con los que lloran. Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¡Clamar a nuestro Dios! La promesa divina debe animarnos a orar por una mayor manifestación del Espíritu Santo en nuestras vidas; manifestación que, entre otra cosas, obre en nosotros mayor compasión. Cristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.

Y dice el Señor: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”.

Necesitamos el Espíritu de Dios para que esta gracia sea aumentada en nosotros y se manifieste en nuestras vidas.

En segundo lugar, medita deliberadamente en la manera compasiva en que Dios te ha tratado.

El Salmo 103, versículo 14, nos habla de la compasión de nuestro Dios. Él dice en su palabra, en el versículo 13 de este Salmo:

“Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos solo polvo.”

Él se acuerda de que somos polvo. Consciente de nuestra condición él nos trata conforme a su misericordia; esta verdad conmoverá nuestros corazones y nos animará a reflejar el carácter y la compasión de nuestro Dios. Nosotros también debemos recordar la constitución de nuestro prójimo y de nuestras ovejas y dejar que esto afecte, conmueva nuestro corazón y nos lleve a corresponder bíblicamente a sus necesidades.

¿Cómo podemos desarrollar este fruto del Espíritu? En tercer lugar, imita al Señor Jesucristo. Él es el ejemplo perfecto de lo que un hombre debe ser en su vida emocional. Su ejemplo de la compasión está plasmado de una manera especial en los evangelios. Entonces, lee una y otra vez los Evangelios. En ellos, el Señor se manifiesta como el Dios encarnado. Considera, con un espíritu de oración, la manera en que Jesús reaccionó ante el sufrimiento; ve como se identificó con el que sufría; observa como Él dejó que el sufrimiento de otros afectara su corazón. Deja que el Señor, lo que Él es, lo que Él hizo y la manera en que Él reaccionó, sea tu patrón. Lee buenos libros que tratan este tema. Uno de ellos es, “La persona y la obra del Señor Jesucristo”, escrito por B. B. Warfield. Este excelente libro habla sobre la vida emocional de nuestro Señor. Otro libro es: “La hermosura de Jesús”, por Clifford Pond.

En cuarto lugar, considera la situación o condición peculiar de cada una de tus ovejas, y deja que ese cuadro afecte y conmueva tu corazón y te lleve a corresponder a sus necesidades como Dios manda en su Palabra. Proverbios 27:23 declara: “Conoce bien la condición de tus rebaños…”. En Juan 3:14, Jesús declara, “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen”. El conocimiento de sus ovejas conmovió su corazón y le llevó a corresponder correctamente y adecuadamente a su condición. Tal conocimiento y compasión le llevó a dar su vida por sus ovejas.

En quinto lugar, busca la dirección de las Escrituras para corresponder adecuadamente a la condición de tus ovejas. Querido hermano, la compasión no es un mero sentimiento. ¡No! También es acción, es corresponder, pero no es corresponder como yo pienso sino como Cristo me manda en su Palabra. ¿Qué me dice el Señor en su Palabra?

Las Escrituras son suficientes y pertinentes para guiarnos y enseñarnos cómo debemos responder a las necesidades de nuestras ovejas; son suficientes para enseñarnos cómo debemos mostrar esa compasión. Querido hermano, para esto no necesitas las últimas declaraciones de los gurús o los expertos en psicología, ¡no! No necesitas las enseñanzas ni las declaraciones de estos hombres para tratar con un corazón quebrantado por el pecado, la injusticia, la crueldad y la maldad. Todo lo que necesitas es conocer bien tu Biblia. Para esto vive según la Biblia, aprende a aplicarla a tu propia vida y podrás aplicarla a otros.

Pablo le dice a Timoteo:

“Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido, de las cuales te convenciste, sabiendo de quienes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (llegue a la madurez espiritual) esté equipado para toda buena obra”, (2Tim. 3:16,17).

“Timoteo, aplica la Biblia; aplícate la Biblia; aplica sus verdades a tu propio corazón; a tu propia vida para que alcances ese estado de madurez que te permita estar preparado para toda buena obra. Y mostrar compasión es una buena obra. Entonces, Timoteo, en la Biblia encontrarás todo lo que necesitas para esta buena obra. La Biblia es suficiente y pertinente para tratar con el corazón humano, con el pecado, la aflicción, la depresión, la ira, la decadencia espiritual, la adversidad. Es suficiente para dar consuelo, fortaleza y esperanza.”

Pero muchos no piensan así. ¿Por qué? Porque desconocen su Biblia. La razón por la que muchos ministros dependen de otras fuentes es porque no conocen ni aplican a sus vidas la Palabra de Dios. Estos hombres van a otras fuentes porque no creen lo que la Biblia dice de sí misma. Su testimonio es que es suficiente y pertinente para guiarnos en todo lo que Dios requiere de nosotros.

He aquí algunas de las instrucciones prácticas para que nosotros podamos crecer en la gracia de la compasión. Si vamos a pastorear a las ovejas como lo hace el Señor Jesucristo, entonces debemos hacerlo de una manera compasiva.

¡Oh hermanos, estamos tan ocupados! Corremos de un lado para otro, pero tenemos que detenernos para contemplar la condición de nuestras ovejas. Es así como podremos desarrollar la compasión. Que nuestras ovejas encuentren en nosotros un corazón compasivo y, al verlo, vean mas allá de nosotros, vean el corazón compasivo de Cristo y den gloria a Él por su pastoreo a través de personas tan insuficientes como nosotros. ¡Oh que al ver estas cosas ellas amen más y más a Cristo!

Oremos:

Padre, gracias te damos por las enseñanzas de tu palabra.

En verdad tu palabra es suficiente y pertinente. Pedimos perdón porque no hemos mostrado la compasión de Cristo como deberíamos; nos hemos quedado cortos, ¡perdónanos!

¡Ayúdanos, oh Dios, a crecer en esta gracia!

Que la enseñanza de tu palabra hoy, junto a la operación misericordiosa de tu espíritu, grabe esto en nuestras mentes y corazones para que podamos ser ministros fieles y competentes del Nuevo Pacto.

Te suplicamos esto para que podamos glorificarte y promover el bien de las ovejas.

Padre, tu hijo murió por esto. ¡Danos mayor compasión!

Te lo pedimos en Cristo.

Amén.

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