Los dones del Cristo exaltado

Efesios 4:11-16

Hermano en Cristo, imagínate por un momento que de repente se desatara una persecución agresiva en la que a los cristianos se les empezara a restringir muchas de sus actividades en lo que respecta a la iglesia y lo que hacen en sus cultos. Y supongamos que se te diera a escoger qué es aquello que consideras imprescindible para el crecimiento y sostenimiento del vigor espiritual de tu iglesia local, ¿qué dirías que es? ¿Qué es aquello por lo que tú lucharías para que no te lo quiten? ¿Sería el ministerio de enseñanza de tus pastores?

Para la meditación de esta noche se me ha encomendado el pasaje que acabamos de leer. No lo vamos a estudiar completo, pero sí queremos destacar algunos de sus aspectos más importantes con la esperanza de que Dios lo use para nuestra edificación y como preparación para nuestra conferencia.

(v.11) Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros.

Este versículo empieza con las palabras «Y El dio…» Y sabemos que el que dio lo que se nos dice aquí fue el Señor Jesucristo. Pero, ¿en qué contexto fue que Él dio estos dones? Fíjense lo que dice en el (v.8) «Por tanto, dice: CUANDO ASCENDIO A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS…». Aquí Pablo aplica al Señor Jesucristo estas palabras del Salmo 68 para hablarnos de su exaltación en una manera muy peculiar.

En aquellos tiempos era común que cuando un rey o general ganaba una batalla, se le viera ir en procesión por las ciudades seguido de su ejército y de una multitud de cautivos y del botín que obtuvieron. Pablo aplica este salmo a la exaltación de nuestro Señor, el cual no tan sólo ascendió a los cielos después de haber logrado la salvación de su pueblo y de haber derrotado a sus enemigos. Como dice en Col.2:15: «Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él».

Y Pablo nos dice que además de haber despojado a sus enemigos, Él también «dio dones a los hombres». ¿Y qué dones son estos? Versículo 11: «Y El dio algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros».

Ahora, por el tiempo sólo me voy a concentrar en los pastores maestros, viéndolos, como creemos que debe verse, como un solo oficio en vez de dos. Es decir, como pastores maestros: Pastores que pastorean a las ovejas por medio de la enseñanza y aplicación fiel de la palabra del Cristo que en su soberana voluntad concedió a estos hombres como dones a su iglesia.

«Y El dio a algunos el ser…pastores y maestros». Los verdaderos pastores no están en las iglesias locales de Cristo porque conocen mucho de teología, se expresan bien y porque le caen bien a los miembros de la iglesia, sino porque Cristo, el Señor y cabeza de la iglesia, se los ha dado a su iglesia. Son valiosos dones que debemos aceptar con gratitud a nuestro Señor.

¿Y para qué fue que el Señor le dio a su iglesia estos dones? Versículo 12: «a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». El verbo que se traduce capacitar es uno que se usaba en el ámbito de la medicina para hablar de restaurar un hueso roto. Su significado más básico es «preparar, equipar, completar, perfeccionar». Este mismo verbo se usa en Mateo 4:21 cuando dice que Juan y Jacobo estaban “remendando” las redes. El Señor usa el ministerio de los pastores que ha dado a su iglesia para equipar y completar a los creyentes y aún para remendarlos espiritualmente.

De ahí que Sinclair Ferguson dice: «[El contexto] en el que la Palabra de Dios se expone y aplica en el poder del Espíritu Santo se convierte en un hospital para enfermos y en un gimnasio para fortalecer los músculos espirituales». Sí, hermanos, porque como sigue diciendo este siervo de Dios: «La meta de la exposición de la palabra de Dios no es meramente nuestra instrucción sino también nuestra transformación. La palabra penetra primero a nuestras mentes para luego penetrar la conciencia, moldear la voluntad, purificar nuestros efectos y santificar nuestras vidas completas». Y sabemos, hermanos, esto fue algo por lo que nuestro mismo Señor oró al Padre: «Santifícalos por tu verdad, tu palabra es verdad».

Pero, ¿para qué específicamente es que los pastores tienen que equipar y preparar a los creyentes? Dice en el versículo 12a: «a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio…» En primer lugar debo señalar que en el original no dice: para la obra del ministerio sino para la obra de ministerio. ¿Y por qué es importante señalar esto? Bueno, porque los creyentes podemos pensar que Dios nos ha dado a los pastores principalmente para que capaciten a algunos creyentes para la obra del ministerio, es decir, del ministerio pastoral. Pero no es eso lo que Pablo nos dice aquí.

La palabra que se traduce ministerio aquí es la palabra diaconías de donde viene la palabra diácono. La palabra diaconía quiere decir servicio, ministración. Pues la idea es que el Señor Jesucristo nos ha dado los pastores que están llamados a fielmente predicarnos su palabra con el fin de capacitarnos a todos para que llevemos a cabo, en una capacidad u otra, un ministerio de servicio o como dice Hendricksen: «[a fin de] proveer el equipo necesario para todos los santos para la obra de ministrarse los unos a los otros…»

Ahora, ¿con qué fin en mente es que los pastores deben capacitar a los creyentes para la obra de ministrarse unos a otros? Versículo 12b: «…Para la edificación del cuerpo de Cristo». ¿Se fijaron que el texto no dice que Cristo dio pastores maestros para que lleven a cabo sus ministerios para la edificación del cuerpo de Cristo, la iglesia? No, Él nos ha dado estos hombres para que ellos, en el ejercicio de sus dones y en el desempeño de sus responsabilidades pastorales, entre las cuales está principalmente la enseñanza de la palabra, equipen a las ovejas que Cristo ha puesto bajo su cuidado para que éstas se exhorten, se consuelen, se amonesten unas a otras de modo que sean edificados como iglesia local de Cristo.

«…Para la edificación del cuerpo de Cristo». ¿Y en qué consiste esta edificación de la iglesia? Versículo 13: «Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Y lo primero que quiero destacar de este versículo es que dice «hasta que todos lleguemos…». Cristo nos dio a los pastores para que todos seamos capacitados para servir; para que todos seamos edificados; para que todos lleguemos a un nivel mayor de madurez espiritual. Todos, desde el más nuevo en la fe hasta el que lleva 50 años sirviendo al Señor. Desde el más fuerte espiritualmente hasta el que se ha estado deteriorando – todos.

Aquí se nos dice que Cristo nos dio pastores como dones a su iglesia para que todos lleguemos:

1-A la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios.

Pablo menciona tanto el crecimiento en la fe como en el conocimiento de Cristo. Y aunque es verdad que existe una relación entre ambas cosas, no son lo mismo. Como dice Charles Hodge en su comentario de Efesios: «El conocimiento es un elemento de la fe; pero la fe, por ser distinta, no es un elemento del conocimiento».

Pero para ser más específicos, Pablo no habla tanto de nuestro crecimiento en la fe sino de que lleguemos a la unidad de la fe. Explicando lo que esto quiere decir, Ferguson escribe: «Si como pueblo de Dios nos exponemos juntos a la misma verdad santificadora de forma regular e intensiva, nuestras mentes como nuestro pensar, nuestras voluntades y nuestros deseos, estarán en harmonía con la mente y voluntad de Dios».

El Señor quiere que nosotros lleguemos a alcanzar una mayor y creciente unidad en nuestro entendimiento de las verdades de las Escrituras; y un mayor crecimiento en nuestra fe en el Señor Jesucristo. Recuerden que el creyente es uno que ha creído y sigue creyendo en el Señor Jesucristo.

Pero Pablo además dice: «Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios…». Para que crezcamos en nuestro conocimiento del Señor Jesucristo, el hijo de Dios. Es por medio de la palabra de Dios, especialmente cuando se nos expone en el poder del Espíritu, que podemos crecer en nuestro conocimiento, entendimiento y amor por nuestro Señor Jesucristo. No un conocimiento teórico del Señor; no un conocimiento de texto; sino uno que viene como fruto de nuestra lectura devocional de la palabra y del exponernos al ministerio fiel de los dones que Cristo ha dado a su iglesia, según interpretan y aplican fielmente esa palabra a nuestras conciencias y corazones.

Pues, en el versículo 13, Pablo nos dice que Cristo nos dio pastores como dones a su iglesia para que todos lleguemos:

1-A la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios.

Pero también,

2-a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

El ministerio pastoral fue diseñado por el Señor Jesucristo como un medio para llevar a los creyentes a crecer en madurez. Según este texto, ¿qué es ser un hombre maduro? ¿Acaso uno que sabe mucho de la Biblia? ¿El creyente que casi nunca se ríe? ¿O es el cristiano maduro el que se dedica el ministerio de reprender a todos los hermanos? No. Este texto no deja lugar a dudas. Lean de nuevo lo que dice: «…A la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo». Crecer en madurez equivale a asemejarnos más a Cristo.
Un hombre puede saber muchos versículos de memoria; puede que le guste mucho testificar; puede que hasta enseñe en la iglesia. La pregunta es: ¿Se asemeja más a Cristo en su amor, en su mansedumbre, en su humildad, en su compasión, en su paciencia, en su ternura, en su valentía, en su firmeza, en su perseverancia?

Ahora, según el contexto en que se encuentran estas palabras, ¿qué medio usa el Señor para llevarnos a ser más como Él? Su palabra. De ahí que en Colosenses 3:16 se nos dice: «Que la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros». Sí, la palabra que estos pastores maestros tienen que enseñar a sus ovejas para que por medio de ella crezcan en la semejanza de Cristo. Cada uno de estos siervos de Cristo debe poder decir a sus ovejas, lo que Pablo le dio a los gálatas: «Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros».

Y hermanos, hay una razón por la que el Señor nos ha dado a estos hombres para que nos lleven hacia la unidad de la fe y del conocimiento del Señor Jesucristo, y para que nos ayuden a crecer en madurez según la semejanza de Cristo. Y la razón se nos da en el versículo 14: «Para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error».

Si no crecemos en madurez, continuaremos siendo niños espiritualmente. Una de las características de los niños es que crecen en etapas. Cuando empiezan a aprender a caminar, se ve que carecen de firmeza en los pies y las piernas y por eso se caen con mucha facilidad. Otra característica de los niños es lo fácil que se distraen. Su nivel de concentración es muy breve. También carecen del conocimiento y la experiencia para discernir entre lo insignificante y lo muy importante y valioso. Cualquier cosa, por más superficial que sea, a ellos les puede captar la atención y distraerlos. Y algo que es también muy característico de los niños es que no tienen la madurez para ver las cosas a largo plazo: Es decir, ver las varias posibles implicaciones de alguna acción tanto en el momento como en el futuro.

Bueno, el Señor nos ha dado pastores maestros para que nos ministren tanto por medio de sus predicaciones como por medio de sus escritos para que no seamos así en lo espiritual.

Para que no seamos tan fácilmente arrastrados por las olas que producen individuos que se nos presentan como lo que es en verdad un ejemplo de la vida cristiana y cuando uno analiza bien según las Escrituras, nota que lo que hacen es promoverse a sí mismos. Uno lee los titulares de los videos que suben en YouTube: “Cómo vivir para Cristo con menos”; “Fulano de tal vende su casa y todo lo que tiene para ir a vivir debajo de un puente con su familia”. Y muchos cristianos empiezan a juzgar sus propias vidas cristianas a la luz de lo que un individuo decidió hacer sin el Señor pedírselo.

No, el cristiano maduro no se mueve según las olas y los vientos de lo que dicen algunos en YouTube. El cristiano maduro dice: “A la ley y al testimonio”. Yo quiero Biblia. Yo no quiero ver ni escuchar a un individuo que durante las tres cuartas partes de su sermón (o charla) me va a hablar de sus resoluciones, sus textos favoritos, sus preferencias, sus viajes misioneros, sus sueños; mientras la audiencia aplaude cuando dice algo que les emociona. No, enséñame la palabra de Dios. Lee el texto, exponme el texto y aplícame el texto en el poder del Espíritu Santo. Y no, no te voy a aplaudir porque tú no has sido llamado a hacer un espectáculo sino a predicarme la palabra de Dios.

A lo largo de la historia de la iglesia siempre han habido vientos de doctrina que han hecho su entrada sutil en la iglesia de Cristo y han causado estragos. Hoy día se siguen sintiendo esos vientos. Algunos son más ráfagas de viento que con más facilidad podemos percibir sus engaños y sus implicaciones; y hay vientos que no son tan perceptibles pero que poco a poco sin darnos cuentan van carcomiendo los fundamentos doctrinales de las iglesias locales.

Bien hermanos, hemos visto en los versículos 11-13 que el Cristo exaltado ha dado dones a su amada iglesia. Y entre estos dones ha dado pastores maestros para que por medio de la exposición de la palabra y su pastoreo bíblico los creyentes sean capacitados para ministrarse unos a otros y esto traiga como fruto la edificación de la iglesia en unidad de su fe y su conocimiento personal del Señor Jesucristo, para que crezcan en madurez espiritual y así no sean sacudidos por las artimañas del error por más sutiles que sean.

Aplicaciones

Hermanos, a la luz de lo que hemos estudiado en esta breve meditación en la que sólo hemos tocado la superficie de estos versículos tan repletos de contenido y enseñanza, quisiera dar algunas aplicaciones.

1-Veamos a nuestros pastores como lo que son, dones de Cristo a su iglesia.

Versículo 11: “Y El dio a algunos el ser apóstoles, etc…a otros pastores y maestros”. ¿Quién se los dio a la iglesia? El Cristo exaltado. El que prometió que no nos habría de dejar huérfanos; el que dijo que edificaría a su iglesia y que los poderes del infierno no podrían prevalecer contra ella; el que está en medio de su pueblo por su Espíritu; el que mejor que nadie conoce lo vulnerable que somos como ovejas. Él fue que nos dio pastores. Sí, nos los dio porque Él sabe que los necesitamos.

Hay creyentes que tratan a sus pastores con mucho respeto, mucho amor, mucho aprecio; siempre hablan bien de ellos; oran por ellos. Pero lo triste es que estos mismos creyentes no creen que necesitan el ministerio de sus pastores. Al no buscar guía y consejo de sus pastores, es evidente que ellos parecen pensar que no hay absolutamente ningún área en sus vidas personales en las que necesitan ayuda; no hay dificultad en su relación con sus cónyuges o sus hijos que requiera que busquen consejo; no hay decisiones mayores en los que sería necesario conocer el parecer de hombres que han andado con el Señor por muchos años y que conocen a fondo la palabra de Dios.

Es como si le dijeran a sus pastores: «Pastores, gracias por sus predicaciones: Muy buenas. Pero síganme pastoreando desde allá arriba. No se me tiene que acercar a averiguar cómo está mi vida espiritual y mi vida familiar y laboral. No se preocupen que yo no tengo necesidad de nada. Tengo 20 años de matrimonio y luchando con los mismos problemas entre mi esposa y yo que parecen irse empeorando con el pasar de los años, pero estamos bien pastor. Yo seguiré usando mi sentido común como hasta ahora. ¿Mis hijos? ¿Qué si necesito ayuda en las diferentes cosas que se van presentando según van creciendo en un mundo torcido y perverso? En realidad debería estar buscando ayuda, pero no se preocupe. En algún momento usted dirá algo en el sermón que me dará luz. Quizás tenga que esperar 7 años, pero los espero. Sígame ministrando desde allá arriba».

No, mi hermano, Cristo te regaló el precioso don de hombres según su corazón que te aman y quieren ver a Cristo formado en ti. Por más que ellos te prediquen, habrá situaciones particulares y peculiares que se presentarán en tu vida; pecados que te asedian, confusión en tu entendimiento de ciertas doctrinas, patrones pecaminosos que te han estado afectando a ti y a tus seres queridos. Acércate a tus pastores y haz una cita para que ellos tomen la palabra de Cristo y te la enseñen y la apliquen a tu situación en particular. Para que como doctores del alma te suministren el medicamento que desesperadamente necesitas. El Señor me salvó hace casi 30 años y yo todavía busco consejo de mi amado pastor.

También te exhorto a que te guardes de los malos pensamientos que tanto el diablo como otras personas pueden querer infiltrar en tu mente al hacerte comentarios negativos de tus pastores. Tus pastores siempre tendrán cosas que corregir y áreas en las que mejorar, pero el diablo usará tales comentarios para que tu amor y aprecio por ellos disminuya y te desligues por completo de su pastoreo. ¿Y quién crees tú que va a sufrir? Mi hermano, veamos a nuestros pastores como lo que son, dones de Cristo a su iglesia.

2-Cuidémonos de convertirnos en ovejas pasivas.

Lo que hemos estudiado indirectamente nos prohíbe ser ovejas pasivas. Te pregunto hermano: ¿Para qué tú crees que nosotros te enseñamos la palabra de Dios? Oveja: «Para que yo me edifique». ¿Qué más? Oveja: «Para que yo crezca en la gracia y el conocimiento de Cristo». ¿Qué más? Oveja: «Para santificarme». Todo eso es verdad. Pero no es lo que nuestro texto dice. Lo que dice es: «A fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio». Nosotros estamos llamados a enseñarte la palabra, a pastorearte, para capacitarte para que tú mismo le ministres a tus hermanos en Cristo y contribuyas con la edificación de esta iglesia local. La pregunta es: ¿Lo has estado haciendo?

El Señor no quiere que nosotros seamos como los mosquitos: chupan, chupan y chupan para sólo ellos llenarse. No. Nosotros estamos llamados a ministrarte a ti para que tú puedas ministrarle a otros. Te vuelvo a preguntar: ¿Lo has estado haciendo? ¿Cuándo y cómo? ¿Diciéndoles a algunos hermanos “qué buen sermón”, mientras vas saliendo por la puerta tan pronto termina el culto? ¿Cómo les ministras a tus hermanos? ¿A cuál de tus hermanos has estado edificando en el Señor?

Mi hermano, para poder ministrarle a tus hermanos y permitirle a ellos usar el alimento que le damos para ministrarte a ti, vas a tener que sacar tiempo para compartir con tus hermanos; para tener verdadera comunión cristiana con ellos.

Vas a tener que quedarte un poco más de tiempo en la iglesia después del culto.

Si no lo haces te aseguro que no estás contribuyendo en la edificación de este cuerpo local. Qué gran privilegio es el que se nos da de contribuir con el embellecimiento de la esposa del Cordero que fue inmolado. No lo tengamos en poco.

3-Este texto nos da razón para orar por nuestra conferencia de pastores.

Nosotros los pastores también necesitamos exponernos a aquellos dones que Cristo ha dado a su iglesia. Y es precisamente esto lo que haremos durante estos próximos días. Nosotros seguimos siendo ovejas en necesidad de guía, de consejo, de instrucción. Nosotros necesitamos ser advertidos contra los errores y los diversos vientos de doctrina que se han estado levantando en nuestros días, y necesitamos ser equipados para la obra del ministerio pastoral que el Cristo exaltado nos ha encomendado.

Pidan al Señor que nos dé un corazón enseñable y humilde. Un corazón que reconoce lo mucho que a nosotros mismos nos falta por alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo, nuestro Señor.

© Copyright | Derechos Reservados