La verdad que conduce a la piedad

“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad” (Tit.1:1).

El apóstol Pablo era un hombre que actuaba por principio. ¿Qué es un principio? Básicamente un principio es una verdad que no cambia. Había verdades bíblicas y espirituales incambiables por las que Pablo regía su vida. El no era un hombre que se dejaba guiar por sus antojos, sus emociones ni por las tendencias de su época o entorno.

Los principios de la palabra de Dios por los que Pablo se guiaba no son subjetivos sino objetivos. No son internos sino más bien externos. Son verdades que Dios mismo ha establecido. Pablo regía su vida en base a un conjunto de principios absolutos. Y además del poder de la gracia de Dios obrando en él, el vivir de esta manera fue una de las razones por las que él pudo ser tan fiel a Cristo y a las almas que tuvo que ministrar.

Y como Pablo tenía bien claro lo que decía la palabra de Dios y lo que ésta exigía de él, él tenía bien claro en su mente cuál era su punto de partida al hacer lo que hacía. Por eso nunca vemos a Pablo a tientas tratando de averiguar cómo llevar a cabo su ministerio con mayor eficacia.

¿Y por qué era que Pablo no vivía así? Porque al vivir según los principios de la palabra de Dios esto le daba varias cosas a Pablo:

1-Seguridad. Cuando uno actúa por principios uno actúa con la seguridad de saber que actúa según verdades que no cambian. Hombres como Pablo viven con esta seguridad porque conocen la verdad y están comprometidos con la verdad. Y su seguridad no depende de si tiene buenos resultados o no; de si hay mucha gente escuchándolos por Sermonaudio; de si la gente les ama o les odia. Estas son cosas de poca importancia para el que vive por principio.

Pero los principios de la palabra por los que Pablo se regía también le daban:

2-Un sentido de propósito. Pablo era un hombre que tenía bien claro qué era lo que el Señor quería de él. El sabía en qué consistía su ministerio, cuáles eran sus responsabilidades y según esto él actuaba y llevaba a cabo la obra que él tenía. El tenía metas bien trazadas y estas metas estaban basadas en lo que Cristo demandaba de El. Por eso Pablo pudo decir en (Hch.20:24) “…en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios”.

Pablo eran un hombre que actuaba según los principios de la palabra de Dios. Y en el saludo de Pablo a Tito en (Tit.1:1-4) Pablo da a conocer algunos de los principios que regían su ministerio. Leamos:

“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la [o, para la] fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad, con la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos, y manifestó a su debido tiempo su palabra por la predicación que me fue confiada conforme al mandamiento de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en la común fe:Gracia y paz de Dios el Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador”.

Pablo primero se identifica a sí mismo como un siervo (literalmente esclavo) de Dios. Con lo cual nos dice: Dios es mi amo. Yo estoy bajo su señorío. Y también dice que es un apóstol o un enviado, un mensajero, un embajador del Señor Jesucristo. Un esclavo con amo y un mensaje glorioso. Un esclavo que es a la vez embajador del Rey de reyes y el Señor de señores. Por eso era que Pablo no hacía lo que hacía para el logro de sus propios planes ni buscaba su propia exaltación. El estaba dedicado a su amo.

Y Pablo nos dice que en el (v.1) que como siervo de Dios y embajador del Señor Jesucristo él tenía una misión. El nos dice que él era siervo y apóstol conforme (o como también podría traducirse la preposición griega) para la fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad.

Pablo nos dice que su ministerio apostólico estaba directamente relacionado con la fe de los escogidos de Dios. Dios lo había llamado a él a ejercer un ministerio que tenía como uno de sus propósitos el dar a conocer el evangelio por medio del cual los elegidos vendrían a creer en Cristo para salvación. De esto mismo le dice a Timoteo en (2 Tim.2:10) cuando dice: “Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna”. Pablo dice que su misión era el traerle a los incrédulos el evangelio que ellos necesitaban para obtener salvación porque es así que Dios llama a sus escogidos.

Pero Pablo dice también que otro aspecto de su misión era la de llevar a los escogidos al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad. Y es en esto que me voy a concentrar en nuestra meditación.

Pablo nos dice que él tenía la misión de llevar a los escogidos al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad. La frase el pleno conocimiento conlleva la idea de un conocimiento rico, profundo, completo, comprehensivo. Esta es una frase que Pablo usa en otros pasajes:

(1 Tim. 2:4) “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad”. Aquí la frase el pleno conocimiento de la verdad” se refiere al conocimiento salvífico de la verdad. Es decir, el conocimiento del evangelio de Cristo para salvación de pecadores. Aquí él no habla de un más pleno conocimiento de las doctrinas de las Escrituras ni de tener un conocimiento más completo de todo lo que la Biblia enseña sino más específicamente del conocimiento que conduce a la salvación.

Y en (2 Tim.2:25) fíjense por qué es que Pablo le dice a Timoteo que debía instruir con paciencia a los que oponían: “corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad”. Aquí Pablo relaciona el pleno conocimiento de la verdad con el arrepentimiento. Tanto en este pasaje como el anterior, Pablo establece una conexión entre el conocimiento de la verdad y la salvación.

Ahora fíjense cómo Pablo habla de lo mismo en otro contexto en (2 Tim.3:7), cuando hablando de los incrédulos y falsos maestros dicen: “siempre aprendiendo, pero que nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad”. En estos tres textos que hemos visto se nos presenta el pleno conocimiento de la verdad como algo esencial para la salvación.

Sin embargo, cuando Pablo habla en nuestro texto de (Tito 1:1) del pleno conocimiento de la verdad no es con el fin de que éste obre salvación en aquellos que escuchan sino más en que santifique a los que escuchan. Por eso él dice:

“…al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad”. La palabra que se traduce según en nuestra versión de las Américas, es una preposición griega que en este contexto también podría traducirse para, con el propósito de o que conduce a. De modo que podríamos leer estas palabras de esta manera: “…la verdad que conduce a la piedad.” La verdad que produce piedad.

Pues al Pablo describir su misión como siervo y embajador de Cristo, él nos dice que era tanto para evangelizar a los perdidos para que Dios llama a sus escogidos y para enseñar a fondo aquella verdad que Dios usa para la edificación y santificación de su pueblo.

De esto mismo es que Pablo habla cuando en (Tit.2) nos dice de cómo la salvación poderosa de Cristo obra en el corazón del que salva. (Tit.2:11) “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente”. Esta es la obra poderosa que el SJC efectúa en aquellos a quienes salva: Les lleva a vivir de manera sobria, just y piadosa. Y esto es lo que produce la enseña plena de la verdad que a los siervos de Dios se nos llama a dar al pueblo de Dios.

Las Escrituras nos enseñan que existe una íntima relación entre la verdad y la piedad. El conocimiento de la verdad que salva siempre produce piedad en el corazón. Y lo que es lo mismo, aunque en su aspecto negativo, la verdad siempre nos aleja de la impiedad. Cualquier supuesta enseñanza de la verdad que no conduzca a una vida de piedad debe cuestionarse. La proclamación objetiva y externa de la palabra de Dios causa un efecto interno y poderoso en el creyente.

De ahí que cuando Pedro nos exhorta a desear la palabra de Dios como niños recién nacidos, primero nos llama a desechar toda inmundicia, malicia e hipocresía porque el pecado es incompatible con la verdad santificadora de Dios.

¿Para qué es que Pablo nos dice en (Ef.4) que Cristo dio a su iglesia pastores maestros? Entre otras cosas dice: “…para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Es para que crezcamos en piedad. ¿Y acaso crecer en piedad no es esencialmente ser conformados más a Cristo? Por eso también Pedro nos exhorta diciendo: “Creced en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo”. Nosotros crecemos en el conocimiento de Cristo por medio del conocimiento de su palabra, y este conocimiento nos lleva a crecer en gracia.

Hay quienes siempre han tratado de desligar la salvación de la santificación. Pero es obvio que Pablo y los demás apóstoles se negaron a hacerlo. Y tanto énfasis le da Pablo a esta unión inseparable entre la verdad y la piedad, y la salvación y la santificación, que cuando él habla de los falsos maestros él resalta la realidad de que su falsedad no sólo se percibe en el contenido de su enseñanza sino en lo que produce la misma tanto en ellos como en aquellos que les creen.

Escuchen lo que Pablo dice de algunos en (Tito 1:10) “Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión”. ¿Y cómo dice Pablo que uno podía saber que estas personas eran unos habladores vanos y engañadores? (v.16) “Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena”. Como dijo un siervo de Dios: “Uno casi siempre puede detectar el error por lo que produce”. Lo mismo que el SJC enseñó en (Mt.7:15-16) “Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…”.

En (Tit.3:9) Pablo exhorta a Tito diciendo: “Pero evita controversias necias, genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley, porque son sin provecho y sin valor”. ¿Por qué es que Pablo le exhorta a evitar estas clases de controversias? Porque no son de provecho – no producen piedad. Y escuchen lo que Pablo le dice a Timoteo en (1 Tim.6:3-4) “Si alguno enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido y nada entiende…”

Pedro nos dice en (2 Ped. 1:3) “Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”. Y el último texto que quiero citar que muestra la relación entre la verdad y la piedad es (1 Tim.4:6-8) “Al señalar estas cosas a los hermanos serás un buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad; porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo…” Existe una relación inseparable entre la verdad y la piedad.

Aplicaciones:

Hermanos, lo que hemos estudiado: que existe una relación inseparable entre la verdad y la piedad, es algo que hay que enseñar urgentemente en nuestros tiempos.

Hay quienes dicen que lo único que importa es que todos estemos de acuerdo en cuanto algunas verdades sin definir claramente que pueden significar una cosa para unos y otra para otros. Más importante que todas estas cosas, dicen ellos, es que estemos juntos, trabajemos juntos y las gente nos vea juntos. Nos dicen: “Tú puedes mantener tus distintivos doctrinales, no me mal entiendas, pero los tuyos son tan dignos de consideración como los míos”.

Vivimos en una generación que detesta declaraciones como esta: “Si lo que dice la Biblia es verdad, entonces lo que aquel enseña es un error. Y si la verdad trae vida y produce piedad, entonces el error trae muerte y produce impiedad”.

Algunos de los que se oponen a declaraciones como estas, usualmente dicen: Son las doctrinas las que nos han dividido por tantos siglos. Mira todas las denominaciones que existen. Y no hemos podido derribar esa pared divisoria. Pero lo que Espíritu Santo hace, dicen algunos, es darnos a todos experiencias extraordinarias de modo que los creyentes al ver que tienen todas estas experiencias en común, se den cuenta de que tienen otras cosas que les une más que los distintivos doctrinales. ¿No han oído cosas como esas?

Hermanos, nosotros como iglesia no podemos sucumbir ante esta presión. Sí es importante lo que creemos. Sumamente importante. Lo es para el Señor. Hay una verdad que es según la piedad y otra que se hace pasar por verdad que no es según la piedad. Dios quiere que nosotros obtengamos un creciente conocimiento pleno de su verdad.

¿Será que nos hemos estado dejando influenciar por el relativismo y carismatismo de nuestra época? Escuchaba a un pastor de una iglesia inmensa en NY a quien se le preguntaba de su postura sobre el matrimonio homosexual y su respuesta fue: “Nosotros no nos dedicamos a hacer declaraciones categóricas sobre asuntos sociales en público. Nosotros tenemos conversaciones privadas sobre esos temas”. Y más adelante dice: “Cristo no se metió en asuntos morales sino en asuntos del interior, del alma. Nuestra meta no es cambiar conducta sino traer cambios al alma”. Sin embargo, en nuestro texto Pablo dice que a él se le había encomendado llevar al pueblo de Dios al pleno conocimiento de la verdad que produce piedad. Y esa piedad produce tanto cambios internos como externos.

Tú que profesas conocer al Señor Jesucristo. Tú que dice que El es tu Señor. Tú que dices que amas su palabra. ¿Qué está produciendo en ti esa palabra? En aquellos que han sido salvos por la gracia de Cristo la palabra de Dios produce piedad. ¿Cómo te ha estado afectando tu conocimiento de la verdad en tu pensar? ¿Abundan en ti pensamientos impuros? ¿Cuáles son los pensamientos que vienen a tu mente cuando Dios te frustra los planes que tenías? ¿Qué piensas del mundo y sus estilos, sus valores, sus actitudes, sus prioridades, sus ídolos? ¿Piensas en estas cosas según el conocimiento que tienes de la palabra de Dios?

¿Está produciendo en ti la verdad una mayor hambre y sed de Dios? ¿Un mayor deseo de agradarle en todo? ¿Te lleva la verdad a guardar tus ojos, tu lengua, el uso de tu tiempo? ¿Te quebrantas cuando pecas? ¿Te está llevando la verdad a amar más la iglesia de Cristo, el pueblo de Dios, el avance del reino de Cristo o vives más preocupado por ver cuántos “me gusta” han puesto en tus fotos?

Examinemos nuestras vidas a la luz de la realidad de que la verdad de Dios produce piedad. La pregunta no es si hemos escuchado muchos sermones o si hemos leído muchos libros, sino ¿qué han estado produciendo en nosotros esos sermones y esos libros?

Hermanos, tanto los que estaremos participando de la conferencia como aquellos que no podrán estar con nosotros, pedimos que oren para que la realidad de nuestro texto se puedan ver a lo largo de esta semana:

1-Oremos para que el Señor capacite a sus siervos para que nos la verdad fielmente.

Queremos oír palabra de Dios. Queremos percibir la voz de Dios hablando a nuestros corazones. Pues oremos para que estos hombres expongan fielmente la palabra. Que nos expliquen lo que dice el texto y nos apliquen lo que el texto dice. Que ellos nos ministren con un sentido de la gran responsabilidad que tienen del Señor. Que nos ministren conscientes de lo que Pablo dice en (Tit.1:3) “…la predicación que me fue confiada…” Es el Señor el que les ha confiado la predicación de la palabra durante esta conferencia. Se les confió esta gran tarea de enseñarnos la verdad que conduce a la piedad. Oremos por ellos.

2-Oremos para que la verdad de Dios produzca piedad en nosotros los oyentes.

Que al estos siervos predicarnos fielmente la verdad ésta nos haga crecer en piedad. Porque, ¿de qué nos servirá salir de esta conferencia hablando bien de los predicadores? ¿De qué nos aprovechará concluir diciendo: “wow, yo no había visto eso en ese texto”? ¿De qué nos valdrá simplemente poder decir que aprendimos a cómo mejor pastorear a nuestras ovejas? ¿De qué servirá poder decir todas estas cosas si a la misma vez salimos de esta conferencia igual que como llegamos?

No, lo que queremos es que si alguno de nosotros se ha estado deteriorando espiritualmente, el Señor nos acerque más a El por medio de su verdad predicada. Queremos que el Señor nos permita crecer en nuestro conocimiento de El y de su verdad. Queremos que el Señor nos revela aquellas áreas de nuestras vidas personales y privadas que no andan bien delante del Señor. Queremos que el Señor nos enseña eficazmente a tener cuidado de nosotros mismos primero para entonces tener cuidado de la grey. Que el Señor use su verdad en esta semana para llevarnos a mayores niveles de piedad personal para la gloria de Cristo.

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